Imagen cogida de la red
VOCACIÓN DE AMANECER
Alrededor
de la reverencia, la verdadera militancia por el amanecer.
Con
todo y las perturbaciones y aspavientos, fluye allí el montículo de cierzo,
y la
hamaca de ramas que conjugan sueños definitivos.
Cada
quien se empapa de los diversos amuletos del tiempo. (Se abren
los dedales del horóscopo y las antorchas
sinuosas de los charcos.
Emergen oleadas de párpados con sus muecas de
caprichoso barranco.
Unos empiezan a creer las declaraciones
públicas del extravío o el temblor;
otros, arriman su pellejo a la Trinidad para
salvarse.
El resto, quizá practique el hard sex, con la
furia de un desheredado,
hasta saber, al punto, de que sólo se repiten extrañas interjecciones
en el acto.
Cada quien vive de frente los ahogos del
país, las ventanas impregnadas
de rígidos amarillos. Ahora son más raros los
días, que todo lo inerte y perdido.
Ya nos hemos gastado, sin embargo, todas las
semanas.
Tenemos techos derribados u olvidados, —pese a
todo uno siempre es memoria.
Algo roza la verdad, más allá de las fatigas
y los absurdos.
Dentro de la boca, a veces únicamente, la
piedra rota de las palabras,
o el pétalo jugando a la perpetuidad del
vacío.
Siempre cavamos en las viejas sombras de las
sienes, en el clima violento
de la aridez, este todavía cerrado mapa del
amanecer.
Mientras se va haciendo de nuevo el día, la
respuesta es otra a los espasmos
y al deseo, al estallido y a los murmullos.)
No obstante,
allí, la cobija bajo el fósforo de los ojos…
Barataria, 2016
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