Imagen cogida de la red
HONDAS NOCHES
A Ioana Haitchi, en la poesía.
De
pronto nos golpea el cuerpo del sollozo y su fuente convertida en alambique. En
lo profundo de la noche, los desfiladeros grises, la ciudad pendiendo de la
oscuridad. Descienden todos los absurdos de la herrumbre, las fotografías con
ese dejo de follaje pretérito. Envejecen todas las formas del mundo: lo
transitorio es lo único fiable del tiempo. La misericordia, en realidad, es
algo que regocija a muy poca gente. El prójimo es como esa nuez irreconocible
en el camino. En medio del nudo de medianoche, quizá no haya nadie que a uno lo
escuche. Cada quien debe filtrar la danza de lo maligno y para no fenecer sobre
las baldosas de la noche. Un desván siempre es necesario para reclinar los
pensamientos. La historia es muy incómoda cuando los grillos la ocupan como
explosión de histerias. Al final la hondonada es una caricatura inasible.
(Uno espera ver
siempre un cuerpo transparente entre vitrales inefables. Existe un vínculo
entre los paraguas y la noche, entre la respiración y las aguas del génesis de
los violines. Escribir siempre me hace libre aunque con ello confirme mis
sospechas: la demasiada ancianidad de la luz. Cada quien debe entender que se
vive dentro de una jaula y que allí hay cerraduras y curanderos y luminosas
antítesis del bien. Salvado esto, que la almohada nos ayude a vivir)…
Barataria, 2016
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