miércoles, 7 de diciembre de 2016

HONDAS NOCHES

Imagen cogida de la red





HONDAS NOCHES




A Ioana Haitchi, en la poesía.




De pronto nos golpea el cuerpo del sollozo y su fuente convertida en alambique. En lo profundo de la noche, los desfiladeros grises, la ciudad pendiendo de la oscuridad. Descienden todos los absurdos de la herrumbre, las fotografías con ese dejo de follaje pretérito. Envejecen todas las formas del mundo: lo transitorio es lo único fiable del tiempo. La misericordia, en realidad, es algo que regocija a muy poca gente. El prójimo es como esa nuez irreconocible en el camino. En medio del nudo de medianoche, quizá no haya nadie que a uno lo escuche. Cada quien debe filtrar la danza de lo maligno y para no fenecer sobre las baldosas de la noche. Un desván siempre es necesario para reclinar los pensamientos. La historia es muy incómoda cuando los grillos la ocupan como explosión de histerias. Al final la hondonada es una caricatura inasible.

(Uno espera ver siempre un cuerpo transparente entre vitrales inefables. Existe un vínculo entre los paraguas y la noche, entre la respiración y las aguas del génesis de los violines. Escribir siempre me hace libre aunque con ello confirme mis sospechas: la demasiada ancianidad de la luz. Cada quien debe entender que se vive dentro de una jaula y que allí hay cerraduras y curanderos y luminosas antítesis del bien. Salvado esto, que la almohada nos ayude a vivir)…
Barataria, 2016

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