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VACÍO HABITADO
Desnuda
te crean las palabras. Entra el tiempo
en
tu ombligo, hacia los misterios de la dentadura.
Así
insobornables palpitan las legumbres del vacío,
La
ropa de la combustión,
la
lección seminal del despilfarro.
En
tu pecho juego a cazar lo vívido,
el
redondo tránsito del olfato.
En
los húmedos pastizales de lo inminente,
el
ruiseñor de la carne y el alma en su forma insondable.
Si
con la lluvia crecen los hondos ríos del recuerdo,
al
otro lado del trapo de la gravidez y el vaho,
los
puentes diluidos
en
el jengibre de los negros huecos de mi anhelo.
(Siempre el rastrojo o
los vacíos nos desandan.)
Desde
siempre me tocó caminar entre horizontes despeinados:
el
pozo enmarañado de los paralelos,
la
aurora en las ramas de la noche,
sin
más certeza que la voz del mar en el acantilado.
Aquel
ámbito fue llenado con ausencias y transeúntes
subterráneos.
Con extrañas poluciones y ataúdes.
(A veces sólo ahí donde
tintinea el aliento,
en ese mundo táctil del
alumbramiento sedicioso.)
Durante
acostumbrados espejos esperé la claridad y el aire.
Esperé
en puerto, rehacer la historia,
la
niña con sandalias de sol,
la
página del viento en el turbante de pescadores inefables:
¿Existes
siempre erguida en mi tosca hoguera de coníferas?
¿Estás
del mismo modo que las certidumbres?
—Con
la boca aprendimos la ebriedad de las aguas tetelques,
y
esa necesaria revelación de cada instante.
(Admitimos la lascivia de
la brasa como la siempreviva
del retumbo y despertamos
exangües de destrucción,
interrumpidos únicamente
por el reloj al borde del pecho.)
El
tiempo —a fin de cuentas— nos camina
y
nos sumerge en el surco de la respiración
sin
clemencia alguna:
los
vacíos derraman el confín,
—de
nosotros, se esparcen líquidos los mástiles
y
el ave que aguarda al día.
(En la cumbre esparcida
del jadeo de las sombras,
el árbol, el jardín, el
mar y su cuerpo en movimiento.)
Barataria,
2012
Del
libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
©
André Cruchaga
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