Imagen cogida de la red
ES PRECISO JUNTAR LAS MANOS
Es
preciso, allí, juntar las manos, hacerlas visibles en el granero,
recordar
por ejemplo que no somos invisibles,
aunque
en los zapatos
guardemos
cierta dosis de metafísica.
No
sé si es posible hacer florecer el mendrugo,
la
intensidad sin restituir la alegría,
los
vacíos de la sintaxis, a fuerza de existir en el pretérito,
en
la garganta cobran vida las lejanías:
mueres
o vives o te hundes en el horizonte.
Así
de simple es este aquí tendido en el sofá de la locura:
aquí
la hojarasca tiene sus funciones,
—sostengo
mis huesos desnudos,
abiertos
al azar de mi saliva,
derruidos
en las visiones donde se funda el infinito,
quedados
el pulso marchito de los papeles
a
intervalos del bolsillo,
la
flor en las arcadas del inframundo
del
surco que cava en el pensamiento hasta la deshora
de
la hoguera en la entraña:
lo
imposible es más fuerte que el tiempo,
que
todos los abismos juntos
en
el sonambulismo de una atarraya:
¿puede
conspirar la soledad
en
una mortaja de insomnes cadáveres?
Después
de tanto indagar en las antípodas,
encontré
la respuesta: el graznido de los días sobrevivientes.
Nunca
supe si era sólo consigna en frío secular de la eternidad
y
sus aguas grises, intensamente oscuras,
como
la piedra centinela de los lamentos que escarban
en
el rostro, del guijarro con el cual tropezamos en las lápidas.
Ante
el galope que nos arrastra en pedacitos,
Quizás
la sombra del dolor se haga más densa y soberbia.
Quizás
la oscuridad nos acecha
más
allá de las máscaras violentas de las tormentas.
(Antes fue imposible
discutir cualquier argumento:
cualquier disputa resultó
en designios nefastos,
como ese desordenado
pájaro del desatino que lleva al fracaso.
Sé que en tus manos
también atardecen los alelíes,
aun así quiero ligarlas
al féretro perdurable de mi alma,
y dejar que la tarde
serenamente nos abrigue.
Allí en las alas rotas
del espejo,
el ardor de tu cuerpo y
mi sombra inmóvil de tiempo.
Y mis poros desangrados
esperando el horóscopo,
o la lluvia que se
inclina sobre las paredes de la nostalgia,
o la luz que huye
suspendida de las mareas desenterradas.)
Si
juntamos las manos, habremos hecho un solo camino:
un
solo recuerdo en la luz del espejo.
Una
sola luna en ambos costados sin melancolía.
Barataria,
2012
Del
libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
©
André Cruchaga
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