Imagen: Pinterest
BALANCE
A
media noche el balance de los techos:
—
¿duermo? No.
Los
gajos de oscuridad pululan en el firmamento,
igual
que la historia con sus golpes de sangre;
desde
luego, el ojo sigue abierto,
—caminos
de torrenciales espectros,
nada
de olvido en el pecho que a ratos hierve:
lentas
horas de simetrías copan el rastrojo del pecho.
El
ceño absorbe toda la oscuridad de los relojes
baldíos
de las esferas;
las
vigas cavilan
en
este torpe taladro que rompe la saliva,
los
ijares amargos del sobresalto,
la
boca menguada en el asfalto.
El
planeta de los muertos reparte sus osamentas;
la
medianoche hurta el huso de las sastrerías,
asoman
las poleas del pulso y encima del pecho,
rasgan
las aristas del espejo.
—¿duermo?
No.
El
sombrero de la vigilia cava en el torrente del aliento;
aun
en la deshora maduran los muertos,
sin
la fatiga de enhebrar el ojo de la guja,
la
balanza que tiene senderos de desequilibrio.
En
la sábana telúrica de los pañuelos,
el
haz de alfileres buscando la mesa;
cuando
las persianas del horizonte se abren,
el
pinar siempre oscuro de la luz
y
la oscuridad al fondo de las tabernas.
De
todas formas, el horizonte sólo es espejismo,
ventana
donde se amalgaman otras penumbras,
tan
ciertas como un viaje al interior de la memoria,
tan
oscuras como la locura incesante de los objetos
alrededor
de los ojos violados del sueño.
Desde
mi desesperación, muerdo los vástagos de mis asesinos,
las
calles empedradas de la humillación,
este
cadáver de vivir el vía crucis sin el soplo del féretro.
Barataria, 2012
Del libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
© André Cruchaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario