miércoles, 28 de marzo de 2018

BALANCE

Imagen: Pinterest






BALANCE




A media noche el balance de los techos:
— ¿duermo? No.
Los gajos de oscuridad pululan en el firmamento,
igual que la historia con sus golpes de sangre;
desde luego, el ojo sigue abierto,
—caminos de torrenciales espectros,
nada de olvido en el pecho que a ratos hierve:
lentas horas de simetrías copan el rastrojo del pecho.

El ceño absorbe toda la oscuridad de los relojes
baldíos de las esferas;
las vigas cavilan
en este torpe taladro que rompe la saliva,
los ijares amargos del sobresalto,
la boca menguada en el asfalto.

El planeta de los muertos reparte sus osamentas;
la medianoche hurta el huso de las sastrerías,
asoman las poleas del pulso y encima del pecho,
rasgan las aristas del espejo.
—¿duermo? No.

El sombrero de la vigilia cava en el torrente del aliento;
aun en la deshora maduran los muertos,
sin la fatiga de enhebrar el ojo de la guja,
la balanza que tiene senderos de desequilibrio.
En la sábana telúrica de los pañuelos,
el haz de alfileres buscando la mesa;
cuando las persianas del horizonte se abren,
el pinar siempre oscuro de la luz
y la oscuridad al fondo de las tabernas.

De todas formas, el horizonte sólo es espejismo,
ventana donde se amalgaman otras penumbras,
tan ciertas como un viaje al interior de la memoria,
tan oscuras como la locura incesante de los objetos
alrededor de los ojos violados del sueño.

Desde mi desesperación, muerdo los vástagos de mis asesinos,
las calles empedradas de la humillación,
este cadáver de vivir el vía crucis sin el soplo del féretro.

Barataria, 2012
Del libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
© André Cruchaga

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