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MONÓLOGO
Sólo
un loco como yo, ensaya sus palabras en la carne de la noche,
sólo
un loco que platica con su sombra,
con
ese juego diario de la muerte,
Para
vos que sos mi cuerpo, —feliz acierto cuando te miro—
pero
no, temo estar equivocado después de pensar
en
ese juego vergonzante de los días inhábiles de la angustia,
después
que la luz hiende los sentidos como un pájaro,
después
de babear preguntándole a la risa por dentro
si
puedo leer el fondo movedizo del alma,
dilucidar
los aciertos del desorden de los sueños.
¿Puedo
rescatar aun el sueño con esta nostalgia a cuestas?
Todo
lo que es no es cuando pasan los años,
el
sarcasmo y la desconfianza
se
prolongan en el aire,
me
resiente la muerte de la alegría
el
golpe a fondo cuando ya he perdido mi propio horizonte,
cuando
la tumba está ahí como un acto de heroísmo, fatal, inolvidable,
persiguiéndome
en todas las direcciones de mis ojos.
En
plena decadencia de mi respiración,
la
cruz interminable de los esqueletos,
negros
espejos de transeúntes en el grito,
convertidos
en la próxima ceniza del éxtasis,
entregados
a los absurdos bolsillos del pecho,
sin
más quehaceres
que
una florecilla marchita en el aliento.
(A través del parpadeo
abierto de la noche, los rostros múltiples
del humo mordiendo los
sembradíos y los estanques.
Oscurecen las campanas
grasientas de los pájaros, los cantos
y sus notas roncas y
oscuras.
Cada noche alumbra las
heridas: a veces el terror
de las quemaduras y sus
devastaciones seculares.
Algo bracea a la orilla
de las vestimentas;
algo desgarra los deseos,
con sus garfios de
colillas consumidas.
En la madera agazapada de
los trenes, ennegrece el silencio.
Sin quererlo, el murmullo
del aire es negro y así hay que vivirlo
como todas las demasiadas
imperfecciones de la noche.)
Barataria,
2012
Del
libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
©
André Cruchaga
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