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LABERINTO DEL VACÍO
Vaciarse del vacío, de la
inmundicia del vacío, de la cobardía y traición del vacío, limpiar los establos
del alma, echar a patadas los grotescos, sutiles, ridículos demonios, desafiar
la opinión, matar el amor propio, morir, exactamente eso, morir y volver a
nacer.
Cintio Vitier
En
la llave de lo obsceno, lo abyecto y los días sajados;
el
poder que lo transgrede todo,
la
muerte allí en el hilo del semen de los demonios,
el
tiempo en la pesadilla de los crucifijos,
el
mundo oscuro de los murciélagos:
el
homicidio para desterrar al enemigo,
en
medio de la truculencia de los delirios del poder.
—Ahora
sueño con sueños de caníbales,
con
el sopor acuciante del destino,
con
las moscas que juegan a ser pájaros,
ilegibles
habitaciones con escamas afiladas
donde
se corta la lengua
y
salta a borbollones la saliva putrefacta.
El
homicidio político es una forma de exterminar al adversario,
cuando
a ciegas se bracea junto con los peces,
expertos
en aguas
superficiales
y profundas.
Rezo
ante la luz con los labios cosidos,
invoco
las formas santas para sobrevivir cada noche,
las
paredes oyen los ruidos que suben hasta los tejados,
entran
al laberinto del vacío de los fríos,
a
la macabra imagen del Paraíso.
(Entre
extravío y ostracismo,
el
riesgo de subir al eco del musgo,
y
luego salir del huerto con los ojos vaciados de la carne.
Siempre
tu cuerpo húmedo en mi lengua,
como
esa locura
del
susurro en los ijares;
la
serpiente del fuego abre el incienso,
nos
llenamos de la utopía de la locura,
el
pan nuestro de la conciencia
y
la teoría de dos cuerpos en lo inhóspito.
En
la antesala de los jardines precipitados,
Esta
suerte de desnudez:
Reconocer
la certidumbre en los poros,
Y
a voluntad morder la cajita de música
En
el taburete de cartón de la ternura.)
De
pronto creo que la locura es la forma más razonable
de
entender la selva en que vivimos;
—yo
muero, tú mueres, morimos
arrastrados
por ciertos estribillos y slogans;
vivimos
en una especie
de
fiesta abominable de poderes siniestros.
Nos
muerde la sordidez del viento,
y
su feroz campanario de herrumbre,
y
su interminable silogismo
para
usurpar enmohecidos lupanares.
Un
día quizás ya no sea necesario escondernos de la tormenta,
cuando
ésta pulule con sus turbios zapatos en la calle;
un
día quizás,
aunque
ya hayamos perdido nuestros pies
y
sólo nos quede, —por si acaso—,
resguardar
el muñón de la Esperanza
debajo
de la sábana del hollín,
de
aquella cerrazón de aguas curtidas.
Al
final sólo nos queda la escalera imposible del hollín
y
su alevoso ombligo de deseos.
Barataria, 2013
Del libro “CUERVO IMPOSIBLE”, 2013(inédito). 138 pp
© André Cruchaga
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