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CLARIDAD DEL BASALTO
Veo el futuro reflejado
en los asnos,
mi querido Sherlock
Holmes,
el tiempo es un rebuzno
pero no me rindo,
yo al muerto le conozco y
gritaré su nombre,…
Julia Otxoa
Este
tiempo de claridad al filo del basalto,
de
mis ojos desembalsamados
después
del grito que estalla en los brazos.
Despierto
sobre los ciegos andenes de los relojes,
la
noche desparramada mordiendo
la
ceniza de los mapas que giran en los anillos de las olas,
en
los dientes ligeros del fuego:
espero
los caballos crecidos de la claridad,
(el eco de la telaraña sobre el
eclipse)
el
color de la fragancia en el ijillo del viento,
mientras
la sed
crece
en cada palabra,
mientras
llego al fondo de la sangre de mis vísceras,
a
la boca donde nace el poema.
A
las locas tempestades del fuego o el hollín o el búho.
(Al final del sueño, la ventana
colgada en el tronco
de la madrugada,
el silencio en la escalera oxidada
del ronquido,
camisa y cábala, rotos los zapatos
del mundo,
el golpe del sudor;
en este tiempo de recuerdo todos mis
sueños:
esperé sol y lluvia,
el carbón del galope sobre los
muslos,
el río del corazón sobre la tarde de
las aguas ensimismadas.
A cada polen un cielo de pétalos,
lámparas compartidas en el camino del
pan,
alrededor de la mesa la ración de
sonrisas necesarias,
la abundancia del hambre para
alumbrar las calles.
Después de todo,
mi País está aquí con sus ramas a
flor de piel;
mientras los fantasmas persistan,
desaparecen las cucharas de la casa,
sorprende la carcajada del verdugo,
salta el vaso de agua como un fuego
iracundo.)
El
aliento tiene ojos múltiples,
vastos
espejos en la mirada,
historias
de sal en la garganta;
este
tiempo, sin embargo,
seducido
por la niebla,
el
recuerdo arrimado al entrecejo de los caracoles,
húmedas
botellas de luz en el los bolsillos,
perros
reverberando en los clavos del vértigo,
lámparas
apretadas
por
el sudor de los amantes,
por
las santas nostalgias que deambulan
con
esquizofrenias de felino,
pedazos
de albahaca,
náufragos
en la sangre,
como
la ceniza desparramada en los féretros,
y
los animales lúgubres de las devastaciones.
Hoy
ha llegado a mis pupilas, el tiempo necesario con sus pájaros:
el
surco de centenares de ronquidos,
las
manos tañidas de eyaculaciones,
sin
verdugos, —por el momento—,
con
viento y luces y peces de estornudos;
aquí
con el decibel necesario para las onomatopeyas,
la
fragua incesante del reloj,
el
calendario en las raíces de la risa, la risa roja del gozo,
el
tránsito por encima de cualquier bostezo.
—(Alguna vez dijimos, hablamos, sobre la
marcha,
el pecho como un mapamundi encendido
de barcos,
la historia insepulta del surco,
los cansados teoremas del
anacronismo,
pero no advertimos
que en cada peldaño de la escalera,
hay lunas fugaces y siniestras
luciérnagas,
hay pozos de sueños
y pozos macabros,
que se roban los jardines.
A menudo, la sed,
resulta pequeña para todas las aguas
del océano;
en cada oscuridad hay mapas con
afluentes,
y aunque inmolemos la boca,
habrá otras bocas que hablen…)
Barataria, 2013
Del libro “CUERVO IMPOSIBLE”, 2013(inédito). 138 pp
© André Cruchaga
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