Imagen: Pinterest
FOSA DE LOS
JARDINES
Entramos,
ahora, a la fosa común de los jardines,
hojas
cegadas en el murmullo de la tierra;
ante
cada color desvanecido,
el
contraluz de las criptas,
el
mecate del aire colgando del cuero de la noche:
ciudades
rasgadas, hundidas en la respiración.
Algo
ha cambiado:
el
crimen y el hambre como largas enredaderas en los intestinos,
ardiendo
en costillas y aliento;
de
pronto, también la piedra nos desarma,
deshace
nuestro rostro sin posibilidad de restaurarlo.
¿Hasta
dónde es posible preservar la dignidad,
el
decoro,
cuando
el escalofrío está masificado y el disfraz supera la ceniza,
y
la democracia anda en muletas?
¿Ante
el inminente descenso del vinagre en la boca,
podemos
seguir hablando del azúcar?
Me
doy cuenta que el sarro ha invadido las campanas,
y
que los ojos cada vez son conquista de la noche
y
de esta amalgama de huesos de los jardines.
Alguna
vez, vos, entenderás este humo sin tregua,
mordiendo
el horizonte,
la
respiración en los troncos abandonados de la inocencia.
Entonces,
sabrás,
que
los jardines también sucumben en las ciudades,
igual
que un espejo destinado a la diáspora.
Al
cabo los jardines corrompen nuestros huesecillos,
al
punto de quemar los ojos y la ropa.
Y
también los ijares anegados de humedad y basalto.
Barataria,
2012
Del
libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
©
André Cruchaga
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