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FICCIÓN
Deberás
seguirme hasta el cementerio y velarme
junto
a otros muertos.
Debajo
del taburete donde yace la muerte,
los
objetos soportando el peso de la tristeza,
las
ganas de leer con sarcasmo,
el
desorden movedizo de los sueños.
Después
de todo, la benevolencia se ha convertido en ficción
en
su ascenso al cielo,
en
esa parte donde se pierde el cordón umbilical.
Pensándolo
bien, la luz me vuelve impotente:
deberías
rescatar mi cuerpo y alma,
para
que los moscardones se mueran de nostalgia
y
desciendan de golpe al fondo de la tierra,
como
un acto sublime. (Ante tiempo y
cuerpo vencidos,
sólo nos queda apretar lo
diminuto
de la inocencia que nos
habita.
O quizás limpiar la
soledad inflamada del sollozo.)
Vives
en los mismos andenes donde yo camino,
no
en mundo diferente:
pero
claro, hoy en día hay tantos absurdos como el éxtasis,
como
los centavos colgados de la caries del calendario.
(Uno acaba por
acostumbrarse a la murmuración
de la humedad, a los
espacios con paredes tomadas,
a ciertas sombras ocultas
que habitan la muerte.
Vivimos entre multitudes
huérfanas de arcas.)
Alrededor
del cuello uterino de los caracoles,
la
ciudad fálica del pez
que
muerde el taburete de noche de las aguas,
el
pálpito con vómito de la carne,
el
pubis donde el semen da sus dentelladas.
(Ahí sobre la bandada de
ceniza de los cuerpos,
la piscucha desnuda de
los ojos,
y ese ruido de lámpara en
los poros,
y en las esquinas de los
etcéteras de la ternura.
Ahí, sí, en el cesto
agridulce del itinerario.)
Al
término de la jornada, habrás de hacerle cirugía a mi boca
acostumbrada
al libre albedrío;
entre
los restos eventuales del ahogo,
las
relojerías ciegas en el féretro.
O
esta memoria en llamas, cautiva del fuego.
Barataria, 2012
Del libro “BLUES”, 2012 (inédito). 140 pp
© André Cruchaga
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