sábado, 30 de diciembre de 2017

SIN PALABRAS

Imagen: Internet





SIN PALABRAS





En el paraíso de la página estás desnuda, sin palabras,
exhausta en mis despiadados ojos y manos.
Con los ecos de tu piel buscándome.
El aire de los pájaros voló hacia nosotros.
Asida estás a las luciérnagas del vértigo,
a mis brazos de tierra,
al hueco verde de mi boca.
No concibo de otra forma tus cabellos,
sino ríos enredados en mi aliento,
cuerpo a cuerpo, absorbidos por el círculo umbilical.
Te vuelcas y lo que puede ser mi voz se vuelve tinta.
—sombra del azúcar sobre la cama.

Te untas de mi donde se pierde el calendario.
La lluvia abarca todo el universo de tu barco,
—lluvia sin tiempo mojando tu respiración.
No me dejas alfabeto ni sintaxis en el camino.
Te inclinas y lames ascenso y susurros.
Al borde del respiro miramos ondear el polen,
las estrellas de la proeza y su fantasía,
la quema del esplendor a ritmo de oleaje,
la calidez del pantano, espeso de viento y horas.
La entraña dilatada como la luz en los espejos.

Las semanas se internan en el sueño.
En el trigal del sudor:
hondo cristal donde hundo mis raíces.

Te pareces a una mañana con cierzo.
(O a una mojada sombra
floreciendo en la desmantelada sangre de mi trinchera.)
A la ventana con sus contornos confidentes.
Te cimbro, sentados, a la orilla del olvido.
En el pétalo del petate.
En la piedra desvelada del jadeo.
En este firmamento sin ropa.
Es así de simple cuando muerdes los sueños.
Y desclavamos los canceles del pecho.
Es así de simple cuando sajamos
la tajuilla del presente en acecho.
Dejamos, luego, que lo líquido se evapore.
Que la caricia alcance la gracia del ala,
que la memoria deshaga todos los años
y solo quede el minuto.
Nada es más inocente que precipitarnos en la sed.
Bebernos. Desamueblamos.
Perder nuestra memoria. Lamer lo improbable. 
Hilvanar en la piel otros orgasmos.
Hundir el esperma sin pronunciar palabras.
Soltar la tormenta sobre el párpado de los litorales.

Montar el caballo hasta el límite del jadeo
hasta copar el quejido del deshielo,
—trance mayor del camino hecho.

Después, todo vuelve a ser el vaso servido del eco,
el mensaje intemporal del pálpito y su gozosa herejía,
el vicio de recordar dos sombras unidas,
—el calendario recorrido de pies a cabeza,
hasta oscurecer de nuevo
en el presente con todos los naipes de la semana.
Después de todo, nuestra razón de ser siempre es la fuga:
quebrarnos como dos vasijas compartidas,
en el oasis terso
del aullido.

Después de todo, te huelo en mi locura viva de esclavo.

(De tu recuerdo, el galope de los sueños y el aroma
de la desnudez y la rosa de tu lenguaje en mi pecho.
Y el misterio ya lejano de la herida.)

Barataria, 16.IX.2010
Del libro “TRAGALUZ”, 2010 (Inédito) 160 pp
© André Cruchaga

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