Fotografía: Pinterest
AL FONDO DEL CAMINO
Ahora, como
se dice al toro a la hora
de matar,
ahora,
cuando el
día se ha paseado señalando otra vez
la frente
de mi camino,…
Pureza
Canelo
A
cambio del estío, tengo caminos definitivos de alas;
en
el asombro crecen las palabras,
emoción
donde el paladar
se
torna luz: el tiempo en los ojos que mide las espigas.
Hacia
el cuerpo, las aguas del sol,
el
destino con la velocidad del viento, suerte de andamio
de
la escritura en el poema,
la
niebla a velocidad de trenes inefables,
—altar
donde a diario se precipita la proeza,
los
brazos del agua en la locomoción de las libélulas.
Nudo
de abismo el hilo de las palabras
vivir
a fondo abriendo la puerta de los caminos:
la
claridad en el barco del reloj, el ahogo en la travesía
de
las esquinas,
acumuladas
manos en la noche imposible.
Cada
niebla acontece en los cedazos del cuerpo.
Nuestros
caminos dibujados en el granito de la alborada,
manos
al soplo del paisaje,
tendidas
como un trino en el tejado del crepúsculo,
sastrerías
sobre el telón del asfalto,
claridades
oscuras, rompiendo
el
ojo apócrifo de los buques del temporal, apenas ayer,
viento
en la solapa de los párpados,
fósforos
de piedra en las paredes atisbadas,
gritando
rostros en el filo del tizón
de
tus muslos, sonidos del badajo en el farallón del latido.
(De pronto así es todo el fondo del
camino.
De cualquier camino
raíles superpuestos junto a la
begonia de la brasa,
del tabaco desbordado de la niebla al
punto de perder
los estribos, el anís del aire en la
pelvis rapaz
de la alborada en un juego de
disfraces sutiles.
Todo camino, y el seno tañido de
turgentes ardores,
pujanza del horizonte en las pupilas.
Toda la ciudad de las pulsaciones
abriéndose
a la húmeda melodía del viento,
a la gracia a menudo efímera del
sueño,
presencia hurtada del fuego.
Campanario crecido en demasía.)
Entre
un camino y otro, siempre se bifurcan los deltas:
sobrevivo
gracias a esta poción doliente
que
se entrega a la garganta como promesa de horas;
sobrevivo
gracias a la clemencia de la ternura,
a
la brevedad oreada del césped,
a
la ladera debajo de la almohada,
a
tanta piel redonda alrededor de nocturnas alambradas;
cada
palabra es un destello de la noche,
correlación
inmaterial de labios,
por
donde el suspiro alza su telón de labios,
trenes
en la lengua de la aurora,
frente
al polvo ardiente,
pinos
aparecidos en el rumor del pecho.
Al
fondo del camino, las mismas aguas nocturnas;
los
pies sin traje de la tristeza,
las
dulces estribaciones de lo alígero,
el
azul rutilante del escapulario enredado en las manos.
Si
algo me queda de todo es sólo el desquicio
y
tal vez, los meses dolidos que hablan en mi sangre.
Barataria.
Del libro “A MANERA DE POSDATA”,
2011 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga
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