Fotografía: Pinterest
REMANSO DEL FERMENTO
Hacia mi
litoral, ¿quién, pues se acercaría?
Sin casa y
sin puerta por donde huir de mí:
una mirada
muerta y un sueño sin cojín.
Posep Palau
i Fabre
Dentro
de las cerraduras, las raíces del tiempo:
la
boca en su celda de dientes,
afiladas
cavernas del insomnio, cautiva la sábana
en
el vértigo de los cuchillos,
página
tras página la vigilia galopando sobre muros,
ciego
fragor del pespunte de los sueños,
estribación
de sollozos
en
el telar de la intemperie:
las
semanas gastadas en el traje de la lluvia.
Sucede
que todo sueño ya es innecesario,
el
vacío se confunde con las pestañas,
y
contagia el tacto zurcido de los domingos.
Es
hermoso quitarle la ropa a las palabras,
y
leer el apremio del poro
en
sus mansos adjetivos de agua:
allí
la plenitud del ojo enmudecido,
las
tantas consonantes de lo posible,
esas
que evidencian el fermento entregado
a
la memoria de la sombra.
Pero
duele la sed en la espera,
la
hamaca deshabitada del cuerpo,
la
cortina inminente de los párpados en el instante
en
que la vida hace acopio
de
la carne de la muerte.
La
orfandad se obstina en deambular
por
fronteras desconocidas:
fluvial
el remanso de pétalos buscando
el
arroyo del aliento,
la
impetuosidad de la batalla que emprende la duda:
antes
de llegar a la verdad,
fue
la duda la turbulencia del ojo,
la
esperanza sobre la piedra,
el
ungüento sobre la herida,
la
fosa común del estiaje, rescoldo y llave de la sed.
¿En
qué insurrección de aguas,
las
aguas sometidas al aliento
del
tiempo proscrito y estéril?
¿Vuelvo
a la estación del hambre
con
sus calles estrechas,
al
harapo sumiso del martirio,
a
la nomenclatura escrita en catacumbas,
odre
de mortificada boca?
Es
más sutil el filo del bisturí a la tormenta
de
la sal en el relámpago,
a
todos los atrios donde se quiebran las begonias
y
los tulipanes,
a
la hoguera que propaga dudosos estandartes.
De
cierto, la noche fermenta el incienso del aliento,
¿alguien
deja de rendir pleitesía al hastío
cuando
se gesta la diadema
de
las alegorías,
la
pompa de jabón sometida al viento?
Por
cierto, que cualquier fermento nos llena de pretéritos.
Así
lo ve el ojo cuando el remanso se obstina
a
la fiebre del vinagre,
al
vaho de la carcoma que subsiste en el cuerpo:
y
ya, en el escondite del ijar,
todo
es zona de peligro, oráculo de sal,
alacena
residual de la noche en el libro de la vigilia.
Al
final, toco la cajita de música del embudo,
la
esponja balbuciente
del
centro del reloj, el borde del grifo doméstico:
el
desvelo recluido en la sábana,
casi
a oscuras del tragaluz sinuoso.
Al
final, me quedo con el calzado agrio
de
los gérmenes. (Y con los ruidos del
futuro.)
Tiempo
reconstruido, allí, en la memoria,
cómplice
del antídoto
para
subvertir cualquier premonición;
noción
estacionaria del anhelo
el
zaguán idéntico a la bruma que padezco.
Barataria.
Del libro “A MANERA DE POSDATA”,
2011 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga
O
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