Fotografía: Pinterest
DELETREO DEL JÚBILO
Hoy mis ojos se niegan
a su oscuro trabajo…
Emilio Prados
Digamos
que voy hacia la luz,
despeinado
de ojos y alma.
Mis
tantas noches terminaron
al
momento de sentir la transparencia,
el
continuo devaneo
del
crepúsculo con alguna herida del pasado.
Allí
en el deletreo
derraman
los jardines las aguas solares
del
relámpago; a ras de la piedra,
el
sosiego del caracol adherido
al
tintineo de las aguas de la proeza.
Ya
he olvidado, como el loco,
las
escaleras de la memoria
aquellos
santuarios oscuros del azogue,
el
eco a quemarropa
de
ser cordero del grito,
en
medio de minutos agazapados.
La
razón siempre la tiene el júbilo:
y
sin embargo, nos atrapa el caos
y
ahoga la boca y vuelve indecibles las calles,
y
da vueltas el trompo del alma
y
combate la noche y el día,
y
nunca concluye la lucha de contrarios,
y
la muerte que derrama
su
propio incienso y sus cruces y
sus
poderes terrenales.
A
menudo tengo que olvidarme de las palabras,
de
mi propia sombra,
comenzar
a olvidar, hoy, cansado de la noche,
cuando
hay fatiga y silban los ataúdes más adustos,
precarios,
que he conocido en la ceniza.
Ahora
voy a solas,
en
los hombros mi propia historia:
las
palabras transformadas en boca,
la
verdad ineludible de los hechos,
diversos
espejos de la página:
todo
emerge de ciertos acordeones reveladores,
los
símbolos tienen su propia esencia,
dicen
lo que las campanas al escucharlas en silencio,
en
la propia voz de lo telúrico,
río
abajo del arado lavado en el surco.
La
sed me mueve a tirar botellas al mar,
el
paraguas me reinventa
el
inventario de la lluvia:
las
calles malas de este mundo,
el
camino obtuso de las sombras consumadas en el devenir
de
las palabras escritas en las paredes,
de
la estación violenta de la piel.
He
vivido en ese otro mundo
donde
ninguna bestia redime
su
oscura dentadura,
la
miseria humana a menudo es infinita.
(También es infinito el aleteo del
júbilo
en el hambre
mansa de la desnudez,
en la conciencia lejos del grito.)
Lo
es porque también el mal es una biblioteca
con
discursos sutiles;
entre
estos dos mundos de solapada paciencia,
trato
de ganarle el sentido a las parábolas,
revisar
las analogías de las azucenas y los estanques,
permanecer
en el equilibrio de la lectura,
escribir
como un sobreviviente resuelto
a
cambiar la tinta del tintero;
pero
no resulta fácil reinventarse dentro de la nada,
entre
mundos en tránsito y caóticos,
entre
labios y bocas con estigmas.
Al
final, a cada sombra le estimulo
su
propia hambre:
nuestra
historia está llena de manchas y osamentas,
y
repetirlo es seguir
el
carnaval patético del disfraz.
Ha
sido suficiente la penumbra.
(La vida es más que los miedos
ofrecidos, más que la hoja que cae al
despertar.)
Toca,
ahora, nombrar el blanco del libro de la vida,
con
sus renglones
de
pájaros hasta que de nuevo comience el tiempo.
Barataria,
Del libro “A MANERA DE POSDATA”,
2011 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario