Imagen: Pinterest
CEREMONIA PLURAL
…vayamos
haciendo camino
creyendo que lo hacemos desde dentro
para no morir,
para no dejarse vencer por el tiempo…
creyendo que lo hacemos desde dentro
para no morir,
para no dejarse vencer por el tiempo…
Ana María
Fagundo
La
luz, esa liturgia desvelada en la desnudez del crepúsculo,
la
alacena en el ardor de los latidos,
—cofre
de cristalina sal, mar adentro,
los
jardines subterráneos deshaciendo su cuerpo.
Cada
deletreo es un diorama en sí mismo
de
aires esparcidos
en
todo el presente de las vigas y el dintel del tiempo.
Pétalos
desclavados urden su sinfín
en
el cuaderno plural
de
sangre y tinta, de escaleras encendidas,
de
paraguas sinuosos.
De
puertas derramadas en neblina.
(Vuelvo a los ojos acumulados del
murmullo,
rito de luciérnagas
haciendo previsible la brasa tendida
en la lengua,
el horizonte donde el pulso se vuelve
alacena pétrea,
fecundo aprendizaje del arco iris,
trayecto plural del horizonte.
Del aroma urgido de pájaros, emergen
palabras de sigilo:
el tiempo que de manera inverosímil
corre inmerso a través de los
dientes,
también el desayuno en trocitos,
memoria y ajetreo del desatino,
ráfaga que nos conduce a esponjadas
tapicerías,
a manos que recordamos porque un día
fueron nuestras manos,
territorio de alacenas, cristales
anteriores al aliento.)
Después
de todo, nos cunde el agua descuajada,
el
agua reclinada
en
la rama de los ojos, el pasmo de los pulmones,
la
luz desposada en el tejado,
desplegada
en fósforos de azúcar.
A
veces asido de aguas espaciosas,
nos
adentramos en la respiración del poema,
como
entra un niño a la bengala tangible de la tinta,
al
garabato que, en sus estribaciones,
lleva
claridad y canicas,
blancos
alelíes en los párpados.
De
otro modo, las telarañas no tendrían sentido,
ni
alcanfor el aire,
ni
balcones filiales,
ni
calles donde el aliento se vuelva fogata;
de
otro modo, nosotros, los noctámbulos,
perderíamos
la lumbre
para
respirar el aire o, en todo caso,
para
encontrarle sentido a la intemperie
de
las páginas en blanco,
al
madrugón que nos da la noche,
al
hondo sueño de los pinos ahogado en el pecho.
De
otro modo, sí, de otro modo,
la
piedra estaría allí, imbatible
como
la tinta estampada en paredes siniestras,
como
el abanico
del
páramo despeinado entre tanta breña,
entre
pólipos de fermentada resaca,
entre
candelabros de ansiedades.
Miro
caracoles colgando del dintel:
miro
palabras amarillas y ásperas castraciones,
extraños
litorales de incienso;
de
seguro es el espejismo,
la
misma ceremonia plural de los recuerdos,
(la dureza de pestañas sin mesura)
la
tierra que de repente nos refugia en su pulso,
o
la memoria que respira en el rapto
de
los espectros,
las
trenzas presentidas de los inevitable:
el
poema con sus recurrentes puertas,
el
oleaje blanco de la conciencia compartida.
Barataria,
Del libro “A MANERA DE POSDATA”,
2011 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario