Fotografía: Pinterest
HEREJÍA
Un gran muro de pétalos tibios
separa el paraíso lejano a nuestros pies.
Carlos Edmundo de Ory
En los jardines
del surco, el arcoíris llega como una herejía. Rotas las venas del ansia, el
hueco húmedo de la garganta, la ceniza de la risa estrujada en la neblina
múltiple de lo yermo, las palabras empañadas del crepúsculo. (Contra toda lógica, amo el silabario blanco
de tus muslos, la tibieza del santo rosario del ciempuiés, el almidón de los
domingos sobre la silueta crucificada de la sábana, y la sal hundida en las
retinas del ciprés.) Me ahogo en el barro negro del retablo: la lluvia en
las lianas de las sombras, mi sed de agrios insomnios, la tormenta disecada en
los anillos del incienso. A menudo emergen páramos de los escapularios, nada
sostiene la sombra del espejo, sino el grito mortecino de la sal. Me he vuelto
impermeable entre lo posible e imposible, es fascinante escuchar el zumbido de
los moscardones en pleno mediodía, darle un sí a los dientes cuando los
bolsillos están vacíos, cuando el fuego despierta pulgadas de piel en los
estornudos del alma. Llevo días, como las beatas, dando golpes de pecho en el
hastío, cada vez los relámpagos son más escasos, hay que preparar bóvedas para
guardar los días destrozados de la permeabilidad; ante cada duda, los pies
siempre resienten el sobresalto: debemos reírnos de nosotros mismos sin
importar lo que pase, (el amor es la sustancia
más hosca que conozco, el más absurdo desvarío de la imaginación, la sombra más
irrisoria del éxtasis, el azogue postrero que nos deja la sed. La ebriedad que
nos persigue a través de los vacíos de
las ojeras. El mordisqueo arrastrado por
la evocación.) Es hora de desintegrar los esqueletos, y devorar el porvenir
de tanto espectro, quitarle el hambre a la soledad, morderle la lengua a la
eternidad, negar el infinito, lanzando portaviones al acantilado hecho por el
fogón. Los sueños son sólo invención de las palabras inoficiosas, en peligro de extinción, por cierto; ¿Hay
razones para creer que la sed crece en lo inefable, del furor que suponen las
yerbas aromáticas? ¿De qué imaginarios habla el presente, pasado y futuro? ¿Mordemos
el anzuelo de la palabra divina cuando
alrededor los muertos nos pisan los talones, cuando el predicador hace acto de
contrición con sus falacias, cuando te volvés insostenible en el tiempo, por
más Walt Disney que veás en la
televisión, por más azotes que nos de la violencia…? Ay, las ciencias del amor
que gritan al oído de los sordos, Ay, el espíritu sombrío que supone reír en el
patio trasero del mundo, en la penuria que nos da el insulto, frente al amor
que dejó de ser comestible debajo de mi
sábana, ahora desnaturalizado por el óxido que deviene del pensamiento. (Supongo que debemos de salvarnos de las
ruinas y de los absurdos de los incisivos de esta metástasis.)
Del
libro “MOTEL”, 2012 (Inédito) 170 pp
© André Cruchaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario