Fotografía Pinterest
FANTASÍAS DEL
FRAGOR
…piezas de la
fatiga final, desnuda, que gritan y que son
peores testigos de
algo que ni mis lágrimas borrarían.
(¿el miedo?)
Roque Dalton
En el fondo del
pozo de las luciérnagas, hay espectros forjados de deseos, anillos encarnados
en el infinito de las alas, y hasta vendavales de ojos, colgando de las
palabras que escribo. Sobre las raíces, el musgo devorado por la noche, la
ternura a punto de ser un candil ínfimo carcomido por el collar del balastro de
los días de la semana confundidos en el lápiz sedoso de la flama del candil, el
cirio tocado por las axilas, el ventarrón del tabanco mordiendo las alas con el
hollín a quemarropa del ramaje de los dientes: ahora nos prolongamos en la
avidez de la herida, en el altar siniestro del colmillo, como esos ruidos
sordos que hacen los troncos de los árboles cuando caen en el vacío; las
entrañas desgastadas de tanto copiar olvidos: el fuego desvela los fondos más
aviesos, más tiernos, los ojos más densos convocados por el aliento; la porción
de lava extrema en las costillas, que luego se torna en crujiente espejo,
crepitación nunca vista de alfileres oxidados en el trasmallo que el tiempo ha
ido haciendo en la cuajatinta del extremo de la piedra, en este cielo donde
vivimos a pesar de todo: días funestos, afiches, slogans, vallas publicitarias,
moscardones en ojos desahuciados, mientras las aguas transcurren con cierta
sinuosidad, con ese negro profundo de la herrumbre hecha de tanta intemperie,
sobre el nido deshecho del pájaro, sobre las manos contagiadas de la brasa
destruida del calendario. En las aceras no cuentan los itinerarios, ni el pie
ulceroso ante el resplandor, el desvelamiento de la destrucción: el labio
súbito del carbón frente a tantos rostros que dejaron manteles vacíos,
soledades y tristezas como un solo río sospechoso, sin desagüe, asidas a cada
vértebra, sobre el cartón cedido por la escarcha. —Vos, con tus cabellos negros
sobre la lámina de la noche: la duda nos asalta cuando las manos se ponen
yertas, frías bajo la desnudez de la respiración, hojas grises del viento
voluble del aliento en medio de la neblina del latido, cerrados líquidos
girando en el rostro. —Yo, por si acaso, río en medio de tantas pestañas
postizas: engañosos entrecejos del relámpago en el junco de la conciencia; es
sano reír sin analgésicos, mojado con las aguas del fingimiento, llevando
dentro, por si acaso, bufandas inefables, otras mordidas más sutiles en el
alma, otros cuerpos encendidos. En su inmensidad, la piedra seguirá siendo
piedra, —nosotros, aunque lo ocultemos, lentas lágrimas de esta claridad
giratoria y antojadiza. Nos acercamos al centro del basalto, —yo, vos, partes
oscuras del braceo de los peces en aguas que nos beben los párpados, en esa sed
ronca de los túneles en la deshora del vértigo. (Si algo nos queda del fragor y su fantasía prolongada es la negación
de nuestras propias indigencias y esa tenacidad poco solidaria de los
remordimientos. Y ese sentir que ya no somos, aunque mi abecedario huela a tu
cuerpo y toque tu rostro marcado por los miedos.)
Del libro “MOTEL”,
2012 (Inédito)
© André Cruchaga
Fotografía:
Pinterest
No hay comentarios:
Publicar un comentario