Fotografía: Pinterest
ENTRECEJO
Nadie podría
interrumpir el reposo de la bóveda terrestre
aquí el silencio ha juntado sus labios para nunca pronunciar palabra
que pudiera profanar la ostensible flor que cae
como un junco en la ribera de los sueños.
aquí el silencio ha juntado sus labios para nunca pronunciar palabra
que pudiera profanar la ostensible flor que cae
como un junco en la ribera de los sueños.
Teófilo Cid
En
la frente, los malogrados surcos de la esfera,
el
vértice de lo inexorable, (universos de
singulares bodegas)
las
ficciones a menudo cerca de la ternura.
(Los amarillos cantos de la piel y su lenguaje calcáreo.)
Me toca caminar
entre urgencias y negaciones:
andar el camino
con el plumaje de las palabras,
mundo adentro, la
sal sudada de los pensamientos,
cavar en los
rieles de los trenes, ahogar la piedra
entumecida en
el pecho, apretar la sombra de la
desesperanza
sin pasar al
siguiente plato de la mesa,
vacía de
manteles y cierta de ausencias.
Cuelgo los días
en la pared del calendario,
por si la sed
me vuelve olvidadizo, juego de confusiones
y de hambre: a
mitad del entrecejo, el río del sudor,
las costuras
del desfiladero, el traje del cortejo
arrugado de
grises y sombras de razones
ya gastadas por
el filo del vértigo.
Todo me vuelve profano
y adusto como el aserrín
condensado de
las puertas cerradas, como la desnudez calcinada
de las cáscaras
en los abrojos.
Nadie me ve
cuando grito junto al agua de la muerte.
Sobrevivo a las
mareas. Rechazo ser ciervo o dardo.
(Sólo me aseguro ser inmune a la maldad y no sangrar de estridencias.)
Rechazo ser
siervo en el violento filo de la ceniza:
prefiero
escribir epitafios y deshacer los nudos del disfraz.
—Las
distorsiones son deseos malogrados, heridas empaquetadas
en secretas
telarañas, miserias del remedo.
En la oscuridad
cuesta subir las escaleras del futuro:
resultan grotescos
los relojes
en el cuarto de
la paciencia, en la incandescencia de la garganta,
a menudo
decadente en el charco del abucheo.
El silencio no
es suficiente para bracear entre la salmuera:
afuera hay
depredadores más siniestros que los roedores,
y los felinos
adheridos a los dientes.
Convengo en
sacudirme
el polvo todos
los días, quitar el moho de las cerraduras,
usar cinta
adhesiva en el cielo falso de las imprecaciones,
fingir que
sueño con ventanas,
con cuerpos de
canela o begonias o alelíes,
encender el
fósforo para ver la concavidad de tantas revelaciones,
masticar el gusano
de los sonidos poco grato al oído,
sostener el
alambique de la respiración hasta que la saliva encuentra
su cauce, amar
mi propio silencio
abajo del
dintel de los ojos, en el bajorrelieve de la dentadura.
Y por si fuera
poco, estremecer el escalofrío, hurtarle a las arterias
el río
giratorio de lo humano. Lo demás es sombra y grito.
Es abandono en
la sombra del tiempo.
Del libro
“TRASTIENDA”, 2011 (Inédito) 120 pp
© André
Cruchaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario