Imagen cogida de missdesastresnaturales.blogspot.com
TRASLUZ DEL SUEÑO
De soslayo la flama del ocote en estos
tiempos de tullidos estornudos.
Al trasluz de las esquirlas es posible
ver los sueños acribillados,
las alambradas impunes del destino, los
símbolos de la fosforescencia.
En las quemadas compartidas del
desvelo,
vemos el aleteo del aliento y su forma
de redondo apetito y sus desenfrenadas
manos de bocetos y su cabeza de
paradójicas asfixias.
Al trasluz del sueño, crecen a veces
las palabras, desnudas en su fondo de fuego.
(Yo siempre juego a los resabios de la nostalgia, a la
claridad insepulta
de los candelabros, a la sábana de arcilla del escombro, a
la mueca a menudo ciega
de las ebriedades. Sé que la respiración es sórdida,
pendular y fosfórica.
Allí uno quiere quitarse toda la brasa de tos de la asfixia,
restregarle las arrugas
al pabilo, después masticar la inmortalidad de los juguetes.
La eternidad tiene su propio adoctrinamiento.
¿Tiene eternidad el miedo y las fauces del espejismo, ese
trastabillar
que se transparenta, a la hora de convulsionar los
despeñaderos.
Por cierto, ya he pensado en la perennidad y antigüedad de
los cementerios.
La realidad nos empuja a prostituir cualquier grano de
laboriosidad,
hablar de las calles donde se consume el fuego, entender, al
mismo tiempo
la voz de los olvidados, los siempre huérfanos de las
incandescencias.)
—Un día, por fin, nos encontraremos a
quemarropa con la gota de tempestad
del granito. No habrá penuria después
de haber voceado el reguero de sombras
que nos alumbran desde los recorridos
del cuerpo.
El sueño por si sólo posee su propio
puchito de misterio…
Barataria, 10.XI.2016
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