Imagen cogida de la red
PERENNE FUGACIDAD
A Pere Bessó
Ahora es tiempo
de escuchar la historia y arar, no obstante, en esa perenne
fugacidad; nunca es
en vano trepar los peldaños de las escaleras.
En la mancha de
sol que cruza la piel, despertamos sobre el mundo del granito,
entre neblinas
corrompidas y raros ataúdes.
Frente a la
sombra, la lumbre fugitiva en los párpados, el eco de luz, la gota
de sal agolpada
en la cara. La sed ligera, rota de las aguas.
Las imágenes
quebradas en el tacto cuentan otra historia inagotable.
Cada quien
respira en la carcoma amarilla del país, entre chunches viejos
e impotencias, entre
paludismos y miserables soledades.
(Uno se estremece al escuchar el
trueno, pero eso pasa como el sol de un lado
a otro, como el vaivén del agua sobre
las piedras.)
Nunca se
petrifican los imanes, después de asir espesas turbiedades.
Sí hay
porciones de herraduras en la memoria y humo de agonía
en las
palabras. Las espinas reafirman la ponzoña del vacío y la conquista
del caos y las
fosas cavadas para los pájaros y las noches mientras se desvanece
la luz y la
punta de los crucifijos alrededor del paladar.
Ignoro quién
permanece al borde del murmullo extraño de los presentes derruidos,
quién
deambula en el extravío fundado en el territorio,
quién es capaz
de caminar a trasmano de las palabras.
Nada será
siempre, sino esa sucesión de diapositivas donde la tristeza acaba por imponerse;
de pronto, cunde el pánico en las esquinas donde la orina,
sin reparos,
desintegra la utopía domestica del olfato.
Barataria, 11.XI.2016
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