Imagen cogida de la red
ESCEPTICISMO
Alguna vez, en lo
descampado del escalofrío, el sentido del amanecer:
la mística gris de los caminos es el oráculo de mi entraña.
En la ilusión, el mundo y sus infinitas encarnaciones, el
universo secreto
del dolor, sus torbellinos de olvidada quietud.
A través de la mirada van diciendo adiós todos los nombres
que he conocido.
Hundido en los vacíos de los atrios, las manos nubladas de
los cadáveres,
oscura la mugre de los gemidos,
escéptico frente a las longitudes del abandono. El ojo ilustra
las paradojas
de la oferta y la demanda, de cuanto el ala lo es en el
viento.
De pronto, soy solo tierra y angustia, miedo omnipotente a
las sombras
del desgarro, miedo a esta vieja lluvia del exilio.
Las calles guardan todas las sombras desatadas de la ironía.
Los espejos
de polvo y sus falsos estupores. Los ocasos y la perennidad
irremediable.
Quiero una sola palabra que no sea olvido.
Ya no sé si puedo interpretar el ahora, y abrigar el
lenguaje de mi desnudez.
A veces ya no quiero sentirme ahogado por las enredaderas de
la tierra,
ni sobreviviente de la labor de los crepúsculos.
Yo camino hasta allá donde están los pequeños caminos
olvidados.
(Vivo en la
palabra real, univoca, unitaria, sin ningún juego de purismos;
entiendo la
oscuridad y sus catástrofes y su alma ininteligible.
Lo único
que me salva es no tener respuestas para el absoluto)…
Barataria, 03.XII.2016
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