Imagen cogida de avesporgijon.blogspot.com
LECHO DE LA HERRUMBRE
De cualquier forma el césped de la
noche es una suerte de sedimento.
Pero, ¿en qué cruz grabamos las
continuas convulsiones del cuerpo,
el bostezo que a ratos nos asfixia?
La herrumbre, callada, nos porfía. Lo
corpóreo resulta una suerte de espejismo.
Es rara la respiración entre jirones de
sal y cataclismos.
Oigo el lecho crepuscular en que se han
convertido mis brazos.
Entre las largas cobijas de la
tristeza, la intensidad definitiva de los fierros,
los ojos al punto de desoír los
resuellos petrificados del moho.
—En
tu lecho de argamasa, palidece la fe y el alborozo que suscita el regocijo;
la niebla cunde de inmovilidad el
grito.
De todo el caos y sus negaciones,
persisten los arañazos del andamiaje,
las siemprevivas inmovibles del peñasco
profundo del galope.
(Ninguno
soslaya los agravios, ni la velocidad estrepitosa de la ráfaga.
Cada
quien gira en torno a sus oscuridades, sin la clarividencia de la fosa,
ni
el gusano sordo que muerde el alma.
Mientras
el óxido nazca en los poros, o sea abisal como el insomnio,
nadie
podrá tener de lecho, el pájaro de luz necesario: ¿es, acaso, espuma ciega
nuestra corporeidad, ese titubeo de cópula que nos sacude?
En
tu lecho deposito mis tempestades y las tantas soledades que provoca
el
ardimiento: me quedo en las líneas de tu cuerpo como si se tratara de volver
al
país que nunca tuve. Como si se tratara de desmoronar los abandonos.)
Barataria, 2016
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