martes, 3 de enero de 2017

POLILLA DEL DESQUICIO

Imagen cogida de la red





POLILLA DEL DESQUICIO




Siempre me exasperan los pruritos de la polilla, los caminos difíciles
de la fatiga, la alteración de las mochetas frente a mis ojos,
las desencajadas precipitaciones de los párpados.
En el desquicio de las cavilaciones, los días negros golpean las lágrimas.
En el despertar confuso de la madera, no hay norte que deshaga alambradas,
ni viento que llegue hasta las sienes del asombro,
ni humanidad que soporte tanta puerta cerrada en su soledad náufraga.

Yo siempre me inundo del deletreo de los candiles, de la amarilla sombra  
y tambaleante de la brea, de las titánicas rodillas del grito
y sus coyunturas pegajosas.

En la mueca también se aprenden a gesticular los agudos ojos de las sombras,
las coyunturas de las sombras, ese polvillo que cabalga en las cosmogonías.
De cara a las manos o los pies, el laberinto siempre presente entre nosotros,
o el delirio de animal esperando la envestida.

El sobresalto me recuerda, cada una de las huidas y los abandonos.
¿Quién puede quitarse la ceniza de la frente? ¿Quién sale ileso de la noche?
¿Quién deshace la breña de la hostilidad hasta socavar sus ramas?
¿Quién a voluntad muerde los bejucos del asombro?
Cuando todos los nudos de afuera se deshagan, las manos acudirán
a la incandescencia y a ese juego de severos desabores.

En adelante, haré que la embriaguez sea indistinguible. Un pez sentado
sobre el delirio de las mandíbulas desbordadas de los agujeros…
Barataria, 06.XI.2016

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