Imagen cogida de la red
ESTRECHAS
ABERTURAS
Entre la niebla pálida de las semanas, el caracol de los
sueños y su estrecho
margen de maniobras: desde las ventanas, la carpa desnuda
del delirio,
y las infancias abriéndose camino sobre el asfalto o el
cemento.
Es dura la simulación de la risa, o la mueca de la boca,
añeja de mundos
y basureros. (Uno
lleva el luto como un candil perenne de tumbas);
no se necesita de mucho para saber de dónde emergen las
cucarachas,
los alaridos, esta historia que arranca las frondas del
regazo
y nos deja en abandono e intemperies.
Igual que los espejos rotos estos fragmentos de escamas
prendidas en alfileres,
igual que las lecciones de las alcantarillas los gusanos
blancuzcos
de los cuchillos, la risa confeccionada para complacencias,
o el cuervo suicida
afilando las estrías del entrecejo, los cielos oscuros
cuando cruzan las arañas
todo el azul pedregoso de los párpados.
(Uno se
harta de tantos apiñamientos y del zorro subterráneo que aparenta
distancias
con los cadáveres. Duelen las mordidas de las bóvedas
y esa
naturaleza de hojas amarillas en el camino.
Siempre
resultan difíciles los caminos de la neutralidad, el sacacorchos
de la furia
para golpear el infinito, esta batalla de piel donde solo hay granito.
El reino
nuestro está ciego de esparadrapos, ciego de neblinas y calvicies.)
Aquí, abajo, es estrecho el sendero. No descomunal como
suele ser la barbarie.
Hay hartura siempre que la oscuridad permanece como apéndice
de puertas.
Es fácil perder el aliento cuando el musgo se apodera de los
huesos.
Barataria, 2016
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