Imagen cogida de la red
LOS VACÍOS DEL TEXTO
A mis espaldas
tiembla la intensidad de sus desnudos Beso a beso la
crueldad
multiplica los incestuosos arcángeles
¿Para atemorizar el placer? Para ocultar con lienzos
enlutados
su delicada impudicia?
Aullemos como malditos cerdos con las patas en alto
La sudestada avanza Mi lengua, seduce los oscuros entre
soles eróticos
Maria Meleck Vivanco
Importa
lo que escribe el poeta en el quehacer
de escritura, pero interesa más el lector porque a fin de cuentas es la persona
que desde su experiencia de contacto con el texto hace sus propios correlatos. Las
relaciones que mantiene el poeta con el lector son de suyo importantes dado que
el texto, cualquier texto constituye un acto de comunicación. Lo dicho nos lleva a un escenario particular:
los vacíos que deja el escritor en el texto y que el lector debe llenar, las
expectativas y conexiones que debe hacer y la indeterminación de lo definido e
indefinido. El comentario resulta de esas inferencias a los vacíos, a lo no
dicho, pero que, al entrar al poema y desmenuzarlo adquiere las múltiples
posibilidades de explicación. Otro elemento que cobra vida es la remisión a la
extra-textualidad que se concreta en lo no escrito pero que subyace en los
interiores del texto. El acto de lectura crítico, por lo demás, son ocupados
por ese lector que opera desde el lenguaje. Agreguemos a ello lo que está allí:
una realidad informe y experimental, agazapada del mundo, referencial. Todo se
complementa con las perspectivas del lector. No podemos negar que existe otro
elemento vital, el poema como provocación de la historia real respecto de la
historia ficticia. Quien en realidad tiene la fuerza creadora para dinamizar el
texto es el lector, aunque con ello se caiga en interpretaciones
relativizantes, es decir, elaboraciones que hace el propio sujeto lector y que
pueden no coincidir con el común. Tomemos el caso del contrapunto de
“PREHISTORIA DE LOS PÁJAROS”, texto al cual nos referimos: “(En las larvas del picotazo, el
tiritar avasallante de los pájaros, el país/ rupestre de las pupilas en la
intemperie, las hechicerías alrededor/ de las grutas, la obsidiana reducida a
ceniza./ En las cercanías del aliento, nos indigna el moho, las promesas de
ceniza,/ la escarcha quemada de las alas. A menudo hay silencios profundos/ en
los ojos, silencios reducidos al sigilo, silencios inmóviles./ Sobre los
cipreses huyen los vuelos, antes que se congelen las jaulas./ En los colmillos
del ruido, feroces las bocanadas de desaparecidos./ Se amarillean los agujeros
de mi respiración./ Estornudo todo el polvillo del miedo y la oscuridad; golpeo
las cáscaras/ del miedo, cortejo las tenazas de los alacranes, veo el cortejo/ de
las tarántulas y los espejos pulverizados de lo inefable./ En el trueno de la
embriaguez, los nahuales palabrean el fuego./ Cerca de los tijerazos de las
sombras, es bueno cortar los reumatismos.)” “Los pájaros” no son los pájaros
que estamos acostumbrados a ver; lo “rupestre”, no es en el sentido estricto de
lo rupestre, el concepto nos conduce a la revisión del significado con ciertas
prácticas sociales, al igual que el sintagma, “promesas de ceniza”, etc. La
tesis, entonces, es otra y no la del texto poético como objeto clásico. Está el
horizonte del poeta y el horizonte del que recepciona la obra (lector). Así, el
poema, es materia modificable por cuanto el lector lo hace a partir de su
navegación por el interior de las aguas del poema. El acto de leer nos lleva a
una reconstrucción del sentido de la obra, por lo que la misma puede tener
varios sentidos y varias reconstrucciones según sean los lectores. No sólo es
la poiesis en el sentido aristotélico como gozo estético, es una provocación y
liberación de las fuerzas u horizontes que emanan del poema. El lector es quien
se desplaza indeterminablemente en el texto (sea poema, narración); supone, por
lo demás, una constante búsqueda. La escritura apelativa y polifónica lleva
implícito un receptor que debe participar de su acto creativo. Los conceptos o
realidades tienen sentido en la medida que configuran lo extraño, lo distinto,
lo otro. En cierto modo, todo acto creador pasa por una vía purgativa, otra
iluminativa, y, la iluminativa, tal San Juan de la Cruz, con su Noche oscura. En
mi calidad de poeta me corresponde derramar los céspedes desnudos de la flama y
morder el río de los astros, desterrarme de mis propias realidades, pero al
final, son quienes me leen los que diseccionen todos los silencios en mi poema.
Barataria, 28.01.2017
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