Imagen de Bernard Plossu
FEROZ ETERNIDAD
Me vuelve a gesticular la duda y su
feroz aposento de resignaciones.
No puedo hablar mientras el sofoco
prolongue las escamas de nuestro tiempo.
¿Dónde está ese más allá, al aquí?
¿En qué reverencia se hunden nuestras
respiraciones?
¿Dónde queda este confín de andrajos? ¿Es,
acaso, el espectro quien horada
la molleja y alza sus confines
delatores?
Junto a la curva estelar de la
geografía, siempre nos hace señales la
cruz,
y esas lápidas preñadas de infinito que
nunca aciertan en el punto final.
—Nosotros, de principio a fin, hemos
sido alimentados por diversos sueños;
junto a nuestras cobijas, el fantasma
también del alfabeto.
Guardamos los huesos de nuestros deudos
en un altar de perenne magma.
A menudo nos tornamos hijos de lo inmóvil.
En mí, sin rendirse los arquetipos y
hasta las espinas del infierno.
No hay otro mundo, salvo lo incorpóreo
de la luz y el aire obstinado
y la piedra tallada y el ingente cincel
de las pesadillas.
Alguien procura
avivar siempre los fuegos tallados de los íconos.
(Uno no puede enmudecer
laboriosamente frente al tiempo, ni agasajar
la deriva, ni darle palmaditas en el
hombro a quienes nos aterran cotidianamente,
ni impulsar la ceniza de la memoria
y la sequía.)
La eternidad
jamás puede erigirse en epifanía, ni en Lázaro, ni en ave fénix.
Después de
todo, vivo hasta donde llegan mis zapatos…
Barataria, 15.XI.2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario