martes, 10 de enero de 2017

FEROZ ETERNIDAD

Imagen de Bernard Plossu





FEROZ ETERNIDAD




Me vuelve a gesticular la duda y su feroz aposento de resignaciones.
No puedo hablar mientras el sofoco prolongue las escamas de nuestro tiempo.
¿Dónde está ese más allá, al aquí?
¿En qué reverencia se hunden nuestras respiraciones?
¿Dónde queda este confín de andrajos? ¿Es, acaso, el espectro quien horada
la molleja y alza sus confines delatores?

Junto a la curva estelar de la geografía,  siempre nos hace señales la cruz,
y esas lápidas preñadas de infinito que nunca aciertan en el punto final.

—Nosotros, de principio a fin, hemos sido alimentados por diversos sueños;
junto a nuestras cobijas, el fantasma también del alfabeto.
Guardamos los huesos de nuestros deudos en un altar de perenne magma.
A menudo nos tornamos hijos de lo inmóvil.

En mí, sin rendirse los arquetipos y hasta las espinas del infierno.
No hay otro mundo, salvo lo incorpóreo de la luz y el aire obstinado
y la piedra tallada y el ingente cincel de las pesadillas.

Alguien procura avivar siempre los fuegos tallados de los íconos.
(Uno no puede enmudecer laboriosamente frente al tiempo, ni agasajar
la deriva, ni darle palmaditas en el hombro a quienes nos aterran cotidianamente,
ni impulsar la ceniza de la memoria y la sequía.)
La eternidad jamás puede erigirse en epifanía, ni en Lázaro, ni en ave fénix.
Después de todo, vivo hasta donde llegan mis zapatos…
Barataria, 15.XI.2016

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