Imagen cogida de la red
INSOMNIO CON ESPINAS
Adentro del espejismo, la mazmorra
habitual con su vozarronería de espinas.
Solo los vilanos gesticulan la
embriaguez del insomnio.
Uno no sabe el rumbo de estos
despeñaderos agónicos que muerden
las convulsiones del interior de la
conciencia.
El tiempo jamás muda sus reumatismos,
ni deja de toser sombras, ni mesura
el caudal de espinas alrededor de la
saliva.
Me golpean los martillos y bisagras,
las fauces acribilladas de los relojes,
este desastre que provocan las palabras
y sus millones de consumidores.
—Devuélvete a mí al
límite y sin contrapesos.
Los elevadores de la memoria nunca son
plenipotenciarios.
Me resisto a esta madera húmeda, casi
al borde de los desfiladeros.
No es costumbre este no bastarse en las
deidades. Dejar de trepar a la ventana.
No me esperes en medio de tantos
cadáveres inconexos.
Viérteme tus resuellos sumergidos, el
diestro trabajo de la desnudez,
tus horizontes redondos de argamasa,
los horcones de tus ansias.
(Te
invoco perseguido por mis propias tribulaciones. Me quema la hoja ebria
de
tu aliento, mientras la espiga aprieta la carne.
Según
advierto, cada vez me lleno de fantasmas: cada vez el hollín es espejo
y
se torna adusto como las calles cuyo almácigo es la orina.
¿Puedo
existir, acaso, sin tus brazos, sin tu húmeda corteza?
Sé
que estoy ciego de espinas. Sé que los prefijos golpean las entrelíneas
del
abecedario, el pez de dardos en mis sienes.)
Barataria, 17.XI.2016
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