Imagen cogida de la red
TIEMPO DE AFONÍAS
Es
tiempo de navegar por zonas en declive, y no, precisamente,
a
través de la planicie horizontal de las manos,
impregnada
de respiraciones condensadas.
Vemos
el acontecer del aire, detenido
en
la transpiración de moscardones,
—azores
a la espera
del
siguiente día para embriagarse de ceniza.
A
ello sumamos el magma diario de los cadáveres,
Soterrados
o en la intemperie,
enajenados
por tanta hojarasca.
El
follaje es siniestro a la luz de cada transeúnte:
la
intuición se ha hecho necesaria para transpirar
esta
capilla ardiente
de
historias meticulosamente extrañas
El
aliento se ahoga ante un amanecer de niebla,
sin
más lucidez que el viejo discurso del hollín.
(Con todo este contubernio,
conspiraciones y transacciones,
no podemos, el uno al otro,
encontrar nuestra propia habitación:
no sólo es la polilla que permea el
ala,
es que la tortura nos viene de todas
direcciones,
arrasa con el alma,
penetra irremediablemente en el
cuerpo,
tiene plenas facultades para sucumbir
en nuestro territorio;
y así, con sobresaltos,
debo pensar en la mansión de tu
claridad impredecible;
sonreírle, por otro lado, al paisaje
desbocado,
a la música que brota de tu cuerpo,
precipitarme en el desvarío de la
esperma.)
No
hay ciudad que escape a este flagelo.
—Libramos
la sombra
del
pavimento y la encrucijada, muere el oído y el olfato.
El
devenir nos asedia con hambre obstinada:
espectros
que muerden espíritu y razón,
—la
palabra tiene rostro de sombra sucesiva y gemido,
incertidumbres
parecidas al infinito de la noche,
a
la angustia del desamor que habita al mundo.
Esta
afonía,
es
parte de los acantilados que nos avienta la noche
con
sus perfiles de locura.
(Un día quizá ya no sea necesario un
incensario
detrás de la puerta,
ni haya que invocar almas puras;
la sed supone sonidos nuevos
que giren en el imaginario de la
garganta;
en esa ternura desconocida de tu
ombligo,
mi talón de Aquiles al tacto,
videncia de otra ventana en la
bifurcación del camino.
El aliento es extraño cuando te me
vienes en marejadas,
cuando somos azotados,
ya no por la violencia que vivimos
todos los días,
sino por el delirio de la ciencia del
orgasmo.)
Jamás
la democracia tuvo un precio tan alto:
pagamos
los centímetros de libertad que tenemos,
con
ese abandono cotidiano del sótano
sombrío
y el embudo de la noche en los ecos.
En
cada penuria, la sombra del hastío,
el
patio roto de los sentidos,
el
sueño a punto de parir nuevos objetos,
nuevos
exteriores
para
este abismo,
donde
es costumbre purificar los esqueletos
o
convertirlos en simples estadísticas para los anuarios…
Barataria,
2012
Del
libro “EN ALGÚN LUGAR INEXISTENTE”, 2011-12 (inédito). 130 pp
©
André Cruchaga
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