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MEDIANOCHE DEL MAR
…arrastrado por la
respiraci6n de mis raíces
inmóvil navío ávido de
esas leguas azules
temblabas y los peces
comenzaron a seguirte
tirabas a cantar con
grandeza ese instante de sed querías cantar
querías cantar sentado en
tu habitación ese día
Pablo Neruda
Ahí
en la medianoche del mar, todos los imposibles,
todos
los tiempos de la piel y las tumbas:
Dios
suplicante en mi pensamiento,
la
carne mordida a dentelladas como la sal en el ancla,
el
acecho amordazando el oficio del sueño.
El
tiempo nos devora a cada tropiezo,
madura
en el aliento;
en
lo oscuro, sobre la arena,
la
necesidad de ver los manteles del día,
no
este dolor mordiendo los talones;
a
veces la soledad se cuelga de mis pies:
—esa
soledad visceral que rasga mis manos,
mi
cuerpo
y
cuanto en ella el bosque de la entraña,
húmedo,
juega a las cadenas.
¿Vendrá
la luz?
¿Saldré
de estas ausencias corroídas por el moho?
Después,
quizás deba atravesar la puerta
y
destorcer los goznes,
—la
caricia, el amor, los pañuelos, las agujas de la vigilia,
la
respiración compartida.
Ahí
las alas a la espera de los acasos,
el
pecho como un mar airoso,
el
amor indecible en el aliento.
Mientras
habito este litoral de sueños,
me
he internado en la noche de mis ojos,
en
la sed del desvelo,
en
la corteza amarga de tanto camino
que
en su savia de panales crece,
—crece
como un dardo en las semillas,
en
esta profunda fuerza de mi herida.
Los
paraguas de la noche caen
como
una descarga de ametralladoras.
—Imágenes
de abisales jazmines aturden mi paisaje:
persianas
de oscuro sabor,
siniestros
caballos de nostalgia en el viento,
espejos
suplicantes de postales sin reivindicación alguna,
allí
donde nos han dicho
que
se encuentra el Paraíso y éste sabe a poluciones crepitantes,
a
inviernos rasguñando la alegría de los genitales,
ardiente
arquero
sobre
lunas horizontales,
sino
de los rezos adánicos.
Pero
no, la medianoche cruje en los costados.
(Nos
muerden sus huesos de sal, nos hunde sin descanso
como
piedra, curva la sangre del pez de los sueños.)
—En
ella se ahogan los cabellos.
Insomne
es el último viento que murmura en las palabras,
oscura
la lengua donde hubo aliento;
lento,
este cielo de tantas feligresías.
Cuando
la humedad se aleja,
cuando
no duelen las sienes,
la
historia se rehace en los muelles de las pupilas;
relampaguea
la memoria,
la
escarcha dicta su estricto manual para transeúntes.
Noche
y día y sombras combaten en la madera de mi sangre.
—Noches,
día y sombras chorrean
en
el alambique de su grito
como
un mar estrujando los párpados,
como
una habitación donde
el
hollín ha bebido la transparencia del zodíaco.
Medianoche
del mar en las aguas.
Medianoche
la voz profunda.
Medianoche
la llama adusta del asedio
tras
un fondo de cuerpos suspendidos:
al
fondo vacío de los rostros de las espinas
y
la tristeza,
al
fondo donde el alma se disuelve
ciega
de tanto peregrinar allí en los lienzos
de
su palpitación, honda noche en el tórax,
acaso
otro planeta donde la incertidumbre
se
ha vuelto un jinete de espejos,
y
el arcano, un bufón del alba.
Un
clamor doliente.
Ahí
la medianoche del mar y todos sus imposibles,
solo
ahí con el despojo
en
medio de las pupilas,
ávido
de las aguas de tu pecho.
Del libro “CUERPO
DE POSTRIMERÍAS”, 2008 (Inédito) 120 pp
© André Cruchaga
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