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MONÓLOGO EN EL
INSOMNIO
…y he de llorar a
voces este dolor mordido
que brota a
borbotones de mi raíz más honda.
Pedro Garfias:
Primavera en Eaton Hastings
(Ah,
doliente vuelo de querencias despobladas:
amargos
cauces del gusano en la sangre,
batallas
de quemante sollozo,
ser
la ceniza en estos fuegos recónditos, sombra del hartazgo,
duradera
muerte en mi aliento,
ciego
apego a la hoguera;
ser
el estrecho cauce de la lengua, la cuita dolorosa del sueño,
el
alimento fúnebre de la carcoma.
Camino
junto al desdén del ansia, junto a la luz débil
de
las cuatro paredes del vuelo: llevo sin merecer esta herida
que
me ha nacido de tanto aspirar el desvelo;
en
el insomnio toda mi sed se ha vuelto postrera, toda mi sed
ante
la ausencia de las palabras; el limo de la lengua gime,
tierra
adentro, donde se oculta la espina.
Me
subyugan todas las abejas bajadas del árbol de la noche,
la
resequedad plena en mi olfato, la dulzura menguada
a
falta de ternura: atravieso los ríos invisibles del olfato,
cada
campanazo, amedrenta, este gusano que llevo dentro,
la
voz rugosa de las piedras,
la
porfía del arcano hacia el abandono.
¿En
qué sosiego puedo advertir estos arcanos, sin escupitajos,
después
de bajar sin compañía a la perennidad,
al
centro de mi cuerpo soterrado en los abanicos del crepúsculo?
El
follaje de la noche tiene arenas movedizas,
ayeres
de hojarasca,
equipajes
que siempre amarró la sal con nudo ciego,
ternuras
que nunca adiviné con mis ojos ciegos.
Cuando
miro el sueño que pasa a oscuras junto al olvido,
Fugacidad,
toda, se vuelve eterna reverencia en mi aliento;
cuando
la brisa llega, cegada por mis quemaduras diarias,
la
espina salta del costado, el polvo del letargo se hace cierto.
Ahora
me rindo al alado mutismo de mi insomnio:
a
oscuras la memoria trasiega silogismos,
desatinos
doctrinales
de
mis pesadillas, faena que vuelve sumisa mi porfía.
A
oscuras llego a la sangre sumergida de los pájaros;
es
tanto el desvelo, que se vuelven cárcel mis fantasmas.
A
oscuras este gemido de la pena, barcos y trenes destrozados,
la
claridad enterrada de mis sueños,
esta
tortura que hace más grande la herida, prolongada
bufanda
del escombro, atroz rincón de mis anhelos.
Casi
a la medianoche, no conservo nada de este mundo:
se
ha ido toda luz; y aparece, siempre,
el
afán de la herrumbre,
las
Siete Cabritas a cuentagotas, el polvo insondable del delirio,
la
espiga muerta de la respiración.
Nada
es más cierto que la semilla plantada de esta herida;
¡cuánto
latido aletargado en los párpados, cuánto frío,
cuánta
lengua en derredor de mi hospedaje,
dientes
oscuros del alfabeto, mi propio firmamento!
Mi
propia sed torva,
a
oscuras como un grito ensangrentado.
A
oscuras la frazada de la llovizna, las efusiones interiores
del
bosque, las cornisas medievales de mi réquiem,
o
ese cumplido vencimiento del cuerpo y su rumbo
de último reloj.)
Barataria, 2011
Del libro “DESPOJOS”,
2011 (inédito). 122 pp
© André Cruchaga
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