jueves, 15 de febrero de 2018

DEPREDACIÓN ÍNTIMA

Imagen: Pinterest






DEPREDACIÓN ÍNTIMA




Se endurecía la noche en tu garganta.
Espacio duro de tus senos…,
la inesperada sombra de tus piernas en las alas de los pájaros…
Efraín Huerta




El ojo insoluble,
petrificado en el taburete marítimo de las olas,
el animal que soy en el delirio de las sombras,
pupilas de la raíz al ras del suelo,
la memoria quemante de la tormenta,
paraguas flotando en el pecho,
girasoles de hielo lamiendo las calles,
este amor terrible de brasas
en plenos pájaros de sombrillas amarillas,
a merced de estos ojos
que miran agónicos,
silban en el azúcar sexual de los parpados;
vos me hablás con los ojos interminables de los barcos,
ponés el hambre en tus manos
en el umbral del candil donde apenas
veo el tabanco, la carrera del mapamundi del aroma,
misteriosos ojos en la efervescencia del cuerpo
que nos toca, ansias del algoritmo de las reincidencias.

A esta fusión, se entrega ahora la sed,
los tentáculos firmes del orgasmo,
el registro de la sábana en los poros,
el humo del aire real en el nido
donde se nutre la garganta de ahogos.

Para vivir más en el castillo de luz de tus pupilas,
la espina dorsal de la lengua con sus redobles,
la puerta en la mecedora de las luciérnagas,
la noche sobre los hombros del pan,
al nivel del vaso de los senos donde se bebe el agua
quemante de las axilas,
las uñas clavadas en el arpa del ombligo,
sin más respiración que el relámpago en el aliento,
dentro del pecho los ecos febriles de los molinos de viento,
la luna ahogada en el azúcar:
me disemino en todo cuando somos,
y es todo, por supuesto,
el cuerpo en los dominios del velamen,
marcado por la fisonomía de los espejos,
la palabra en todas las palabras
de la furia que mueve poros y boca,
este nombre tuyo girando en la isla del iris,
ardiente hechizo donde la sangre
atraviesa las atarrayas de las pestañas,
esta realidad demasiado real del cuerpo.

Aquí todo y nada.
(El fuego líquido nos arrastra como una marea.)

La pirámide del atributo sobre la lanza,
el combate del hambre en la colmena del relámpago,
la voz que toca el riachuelo del torrente
y supone oír melodías al borde de la piedra
donde el ave hurta los sueños de los tobillos,
la calle robada de la felicidad,
encima del corpiño que vuela como una llama
de anticipados objetos,
anillos que preceden a los poros hipnotizados:
flama y cuerpo avanzando en el árbol
de la sed al estío del instinto,
lámpara al fin del calendario imposible de olvidar,
amantes animados que se reconocen en el agua,
en la fruta fugaz de la ola,
en el aerosol del espectro de las hadas,
en el alero petrificado
en el bosque con sus códigos de piel diurna.

(En el deletreo de la noche tu cuerpo sobre el césped
de mis brazos resucitados, mientras el imaginario
labra fogatas al borde de tu doliente gozo.)

En la carroza de las estrellas nos reconocemos,
nos vemos de párpado
a párpado e interrogamos al mar,
sin abandonar lo que significa
la hoguera de la sed,
el tumulto de entregas en cada parpadeo del mapa.

Barataria, 2012
Del libro “EN ALGÚN LUGAR INEXISTENTE”, 2011-12 (inédito). 130 pp
© André Cruchaga

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