Imagen cogida de la red
ANOTACIONES PARA EL
OLVIDO
Detesto
sentir cadáveres flotando en las entrañas,
y
que las termitas
del
tiempo desgarren el sosiego en trocitos;
debajo
de los huecos desplomados del polvo,
quizás
valga la pena
escribirle
una elegía a la hoguera hecha añicos,
destruida
en su pozo de explosión.
Dentro
de los goznes los días muerden el arco del espejo:
nos
quiebra el asfalto del designio,
nos
violenta la intemperie del nicho,
la
maya ciclón que nos asfixia en el hambre;
—nos
movemos entre arenas movedizas,
nos
ha tocado vivir en medio de la súplica
y
tantas oscuridades girando alrededor de la materia.
Todo
crece hacia el escombro:
la
lengua, la oración, el escapulario,
el
atrio mordiendo juegos inexplicables,
la
plaza con el tormento
de
los estratagemas y el chaparrón de ofertas sempiternas.
—Hemos
dejado de ser,
para
ser Nadie,
fundamos
mares y sueños de perenne mutilación,
de
escombro y funeral inexplicables;
y,
aunque sobrevivimos,
no
dejamos de ser arqueados espejos
de
la mano fría de la muerte,
—no
dejamos de transpirar
los
despropósitos del grito,
el
hacha deleznable de la asfixia,
las
palabras áridas, incapaces del amparo.
¿De
qué otra manera saltamos el arco de estos espejos moribundos,
si
aquí consumamos la malignidad en la madera,
la
conciencia cenagosa de ansiedades,
el
tedio en los centímetros
de
un reloj con polilla,
escombro
bocarriba del duelo consuetudinario?
¿Hay
barricadas para contener la piedad,
o
es el simple slogan,
el
que nos alimentará siempre,
el
que nos consume con sus gritos sordos,
y
nos pinta la pared de epitafios?
—Hemos
vuelto mudo el arco iris:
de
pronto, el blanco y negro
nos
representa como fondo del cine mudo,
como
una habitación
amarga
de cadáveres,
náufragos
siempre en el plural oleaje,
deudos
y deudores irremediables,
añicos
de la telaraña colgada del tabanco,
impotentes
jardines
consumidos
por la negligencia.
El
País es este dolor en mis ojos,
la
ceniza indemne mordiendo los zapatos;
el
País es este espejo con arcos
donde
el drama del invierno inunda la conciencia
hasta
sajarla,
para
luego convertirla en tragedia.
—Nosotros,
precarias premoniciones
irrumpiendo
en medio del desastre,
sirviendo
de señuelo para alimentar el subsuelo
de
los viejos estratagemas del acuario.
(Vos y yo, que sin
codicia, creímos en la risa;
ahora se nos dan
raciones diarias de
desvelo y sollozos
y litorales de anónimo
luto
y zozobra y lechos
derruidos por la lágrima.)
—Nosotros
somos, a fin de cuentas,
sobrevivientes
del subsuelo e imaginarios de atribulada
resina,
copia de apiñadas masturbaciones,
esquinas
del chillido del alba.
Barataria,
2013
Del
libro “CUERVO IMPOSIBLE”, 2013(inédito). 138 pp
© André Cruchaga