Fotografía
de James Nachtwey
LA POESÍA SIEMPRE ES UN EJERCICIO
SOLITARIO
escribo
desde los objetos solitarios sin nombrarlos sin que sean parte de mí o dejen de
ser en mí lo inminente la nada es monolítica en esta confusión de zapatos salgo
a pescar la sobremesa ya no en el diccionario sino en el guijarro o el vilano
en los andamios donde posan los dioses o las máscaras en la sartén donde la
claridad es indigencia y arde la espuma en los güishtes de la extrañeza trabajo las palabras y los sentimientos
oliendo los rincones del alero invoco las tormentas y aviento bocanadas de memoria
sobre mi cuaderno: jamás puede ser de otra manera esta poesía esencial sobre el
río de soles moribundos sobre el río quemado de los ojos y la coz putrefacta en
la boca del cántaro derruido (nadie puede quitarnos el derecho
a soñar y morder los centavos de herrumbre en el peltre de los hospitales sin
tomar en cuenta la fosforescencia de las luciérnagas: ante la insolencia o la
procacidad me da igual el ajuate o una piedra la estrella entre los grises de
la ventana o la lluvia azotando la puerta) ¿Quién puede reinventarse sino es trabajando
en su propia desnudez en el funeral de turno que presiden las horas en ese
barco del yo que marca el ritmo y los giros de las llaves? —A menudo los poetas nos ponemos tristes ante la perplejidad nunca
es dócil la paciencia que asalta a los jardines me alimento de esas extrañas
alianzas del estoicismo aun cuando sé que el reloj me sorprenderá en cualquier
momento en la complicidad bebo las dosis de fuego necesario para transpirar el
mercado y los viejos balcones de la lluvia a punto de deshacer las
enciclopedias así repican los rostros y los brazos que han pasado por mi
aliento todo el diluvio apagado de las palabras la intemperie inmóvil profunda
del cuervo desahuciado en la ceniza la
crucifixión oprime la ansiedad de mis zapatos hago proselitismo frente a los
sombreros, al corsé que me prende de ausencias los sostenes escarban en mi
vigilia y ese oficio de ausencias purulentas que en definitiva prolongan el
desatino de la gota de aliento del catecismo abisal del resfrío quizás desde la
vaguedad de las sombras desde mis amores terribles e indelebles el poema
después de todo reconstruye la lava hundida en la leche de los trenes: la voz
en solitario alguna luz hay en los cabellos negros de las campanas algún grito
irrenunciable después de todo vos sos el poema verde en mis pulmones el anónimo espejo que envuelve mis escombros
el otro tiempo tímido de la vigilia ahí
en la oscuridad de la cópula todos los gestos de la escritura y esos filosos
orgasmos de la anáfora
Barataria, 19.XII.2012
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