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DIARIO DE DISPERSIONES
en el
escondrijo de la prisión o el exilio el estiércol masticado por la noche los
cuerpos convulsos frente a su propia historia la de todos los días el gusano de
la sombra como un cataclismo en la
oscuridad: siempre es así en la superficie de los sentidos cada quien muerde
sus propios laberintos se inventan parlamentos en el cenicero de los cuervos —los museos pierden su razón de ser y en cambio tenemos un
creciente número de hospitales esperando por el cadáver de los sombreros el sol
telúrico del cuerpo que se apaga la mano negra del paisaje lunar junto a cierta
cojera de dolor y miseria en los almacenes del tórax el lento tabanco de las
linternas y las arterias rotas de las calles hacia un abismo de relojes: aunque
no se exprese está ahí el luto la cuota
de tristeza y el vejamen que se paga ante el machete que se hunde en los
costados o corta sencillamente la garganta llevo días de degüello el silencio es una manera de morir lejos de
la casa de la infancia enmudecen: el ladrillo la ventana la tumba los zapatos y el andamio de las
campanas incluso muere el apetito por los acertijos y aunque la suerte esté
echada con letras mayúsculas en el testamento de las sienes y la memoria sólo hay trifulca días de grotescos tugurios
y absurdos nísperos haciéndole orificios al aroma todo vuelve a ser como antes —en realidad nada ha cambiado—: mueren los
crisantemos a la altura del tejado no existen los nombres que escribí en la
arcilla ni pervive el refugio salvo lo salobre y el estado guarapo del
lavamanos con su infinita miseria de manchas vivo en un paraguas de semillas que pernoctan
en el guacal de las picaduras siempre anuncian aguacero y valijas vacías me
harto de chamuscar el rocío y la invertebrada geografía de la trinidad sí porque
todo es huidizo desde que nace desde el bestiario gris de las colillas que
sangran en el sórdido monólogo del aguacero huelen a semen los sahumerios
derretidos de las calles: la muerte de día y noche de mi cuerpo y los extravíos
viscerales del grafiti en las cafeterías
donde se anticipan las monedas manchadas de orina hasta el incienso me parece
un abrupto y una desfachatez cuando parpadeo en la antesala del gemido: me
callo ahora de todas maneras para escribir el poema después de todo es lo que
me salva del paredón de los sueños de
las razones que tienen las hormigas para morder a estas alturas de la vida ya
he perdido las fechas de todas las palabras que mordí en las esquinas de las
heces sólo van quedando para mi glosario: los ojos dispersos de las
carpinterías y ese vacío de la compañía que nunca tuve —queman los trenes como
el café negro en mi boca como el escalofrío que antecede a la muerte: lo sé
cuando recojo el paisaje en su estado de sigilo…
Barataria, 06.XII.2012
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