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AHOGO DE FUNERARIAS
Sobre la
mano desenterrada sale el despojo de campanas y aquellos pensamientos oxidados
por el tiempo: cada mar abre sus ahogos los litorales desencajados de las
pupilas los abanicos de la madera
crispados de sal —en las plumas del ave siempre están presentes las funerarias el
ventisquero y su carcoma incesante la camisa oscura de los vados: todo tiene un
dejo de envenenadas horas ¿qué ojo germina en una tarde de claveles marchitos?
¿quién acude a bañarse a este río de funerarias cuando se perdió el imán de los
fósforos? El pulso de la muerte es
fecundo en su austral descenso: he caminado en el paraguas del firmamento sin
sentido (llueve en la madera el invierno
del serrucho y la garlopa la vestidura rota de los pensamientos el aliento que
galopa como leña encendida) al parecer no existe un tan solo credo que
quite el cansancio de ahogos ansiedades y desbalances aquí de pronto se hace
necesario traficar o trasegar el espejismo sin remedio de la queda: navego en
las aldabas cerradas del sueño camino sin atinar el horizonte del rostro del
rocío (es extraño el fermento de la
madera y el hervor de la sienes en la noche y el ojo desconcertado en el
sollozo y el polvo que borra la página existente: hijo del tiempo me quedo frío
cuando se apagan las lámparas hijo de la sombra amanezco en la modorra del
subsuelo hijo de las piedra me quedo en el silencio de la inclemencia) un
día la edad ya no será apretado pantalón ni inmunda víscera aspiro a que cada
menudencia mía sea el barbecho para nuevas sábanas mientras permanezco en esta
casa yo expectante frente a mi humana condición de ciego: ¿de qué ala puedo
asirme si no es la destino? ¿de qué otra
horqueta puedo desliarme si ella sostiene el balido de la historia la escritura
cifrada de los días o el absoluto difícil de impugnar? (sólo sé que la madera me aguarda sentenciosa y ávida) hacia la
noche las aguas amarillas de los pensamientos en pos del humo de los almanaques
la saliva en el lavabo de la bocacalle taladrando la iracundia de los andenes
algo quedará en el hueco de la desazón: los zapatos moribundos del semen o la
simple gota del sollozo crujiendo como un filme negro (uno lleva la noche en los hombros como un invierno de liebres
palpitantes) —uno —por cierto yo—hereditario de
abrumadoras geometrías al punto de endurecer las fotografías del conjuro al final me quedo aquí —entre el destino y la
patria— las funerarias el fuego sosegado después de todos los contrarios:
amanece quiero que amanezca quiero que amanezca en mis costados quiero que
amanezca en mis contados desde la rosa de fuego del cristal…
Barataria, 11.IV.2013
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