Imagen cogida de la red
DESVELO
Intensidad de tiempo, —el desvelo y sus almohadas desfallecientes.
En los arrayanes desollados de la
madrugada, el rictus de morir
en un instante, a pulmón raso el
goteo de las tejas.
—Cierto es que no hay relevos en
la dureza de los andenes,
ni en la comunión del poro
magullado, penitente oscuridad de los faroles.
(En la ciénaga de la hipérbole todo es blanco, excepto el aliento)
¿Puedo vivir consumido por el
fuego?
¿Todo es sombra o verso en el
espejo? ¿Bebo el cáliz de la sombra que yace
en la ceniza? (Merodeo el fruto agrio del firmamento)
En los días de pestañeo, el
chubasco de sal, la calamidad de los alfileres
del calendario, la colina
perifrástica de algún pubis ávido con manos
de lirios y zumbidos de abejas,
(pasa de todo en la medialuz de los portales, en el puñetazo del
gallo
en la deshora de un tambor agónico).
—Río, por supuesto, cuando me
ahogo de tinta en la página en blanco:
Río en la clandestinidad de mis
pensamientos, (el chupamiel es intenso
en su impudicia)
frenético el cuerpo en su
magnificencia, destartalado en sus palabras,
—y claro— de otra manera no
podría sentir el aire, o las tarántulas humeando
en la sábana corrediza de lo
oscuro.
Por suerte, a esta hora no hay
moscas en las palabras…
Barataria, 06.IV.2013
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