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SALTO
tandis que la détestable mort additionne
ou soustrait
tout ici deviant ultime affaire,…
FERNANDO
PEREDA
(Puedo saltar el charco y
sonreírle a los pétalos, llegar al espejo de las vértebras, quitarle los manubrios a la hojarasca, volar
a través del hilo de nylon del zodíaco y hasta sonreírle a los paraguas negros
que cuelgan del cuello: la boca es una metamorfosis de caníbales: su filo
resbala como la saliva del degüello de las guitarras; a menudo, deshago el nudo
de la mañana en el alambique del cierzo; creí que escribía bien cuando consigné
en el poema palabras rebuscadas en el poema, cuando el párpado era húmeda
almádana, cuando impregné de noche mis salpicaduras…)
Hoy, he
tenido que llevar a la funeraria todos mis despojos: ¿por qué
respirar
junto a la idolatría del ascua o la ceniza?
—El cortejo
tiene largas trenzas de ataúdes y aves fúnebres en el rostro.
¿Por qué
deificar las bujías de las catedrales y el zumbido monocorde
de lo
subterráneo y la respiración a secas de lo inmóvil?
También en
los trenes de la noche se puede visibilizar el plumaje,
y el
disimulo de las heces del follaje,
y acaso,
también, el rostro quebrado del espejo.
Ahora sé que
también en el plato vacío se puede escribir el poema del ritual,
hacerlo
girar en su eco de heridas y darle de comer al verdugo.
Nada es más
gratificante después de todo: bajo la lluvia se lava el humo
de las
cornisas, y se quiebran las cucharas del luto.
Debo suponer
que el próximo salto no será al vacío, porque cruzo las jarcias
de la
madrugada, agarrado del párpado de las campanas…
Barataria,
febrero de 2013
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