Imagen cogida de la red
SOL PONIENTE
(Muerdo el sol negro del muñón
que antecede al horizonte, los astros itinerantes de los ojos en la corteza de
las distancias: en todos los estatutos del desdén, los brazos largos de los
metales, y la sobremesa de las sombrillas silvestres al compás del sesgo de los aromas; en la tarde, el
túnel ilusorio de las venas, el odre secreto de la mesa del cervatillo en pos
del ansia que desciende a la ceniza. A veces el prójimo sentado a la diestra,
sólo es una monotonía del deletreo de la herrumbre que florece en la posteridad
del aliento, el muro en desorden de la
crepitación resuelta, el anfiteatro del que nunca habló Heráclito.)
En el sol
negro de la combustión de los candiles, la hornilla del trasunto
resguardando
el carbón del caudal mortecino de la garganta.
—Bajan de
golpe las telarañas del atrio espinudo de la altura, el comején
del aliento
a la deriva,
el subsuelo
con su raigambre de orbe, el trago amargo del polvo
de los
violines en su absorto muelle de montepío.
Hay semanas
hechas, enfáticas, para la oscuridad, hondas tormentas
de tozudez,
minutos de aglomerado hollín,
rasguños en
la andadura de la conciencia como las vértebras de la angustia.
—A la
siembra del instante, le sigue la risa vacía de manteles: nunca
la claridad
trepó a la arcilla,
ni el sol
constituyó los zapatos del destino.
Quien desee
cruzar la puerta a oscuras que lo haga. El presente debería ser
una alforja
de olvidos y no la escalera que sostenga los días venideros.
—Aquí me
quedo, sin embargo, en medio de este sol negro de la tormenta.
Barataria,
febrero de 2013
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