Foto de Photo spirit-FB Mirela Ciortan
DESVARÍO
Me
pregunto qué azar de la fortuna
hizo
que yo temiera a los espejos.
JORGE
LUIS BORGES
En la bóveda cinematográfica del
humo, las esquinas rotas de las estrellas.
En el desvarío enroscado de las
miradas, los trenes insospechados
del aliento, los luceros
náufragos en la almohada,
y estas aguas manchadas de mi
sangre, el libro abierto de las olas.
A la cresta del gallo moribundo,
los caracoles del apocalipsis,
los candelabros en los ojos
abiertos del cuervo.
Ante los brazos extendidos de la
fiebre, la sábana mística de la ceniza,
las hectáreas de dedos enredadas
en los resortes del chorrito de agua
que cae sobre la piedra inconfesa
de la tristeza.
(Allí en las gavetas del armario,
la naftalina y las páginas sepia del
primer libro que leí en la infancia: colgada al tejado, la lluvia con el pulso
gris y lento de los ataúdes. Alrededor, las manos de la brisa y la rueda de
caballitos que alguna vez cruzó el vendaval de las enredaderas, como esa moneda
alada del viento.)
De nuevo
presiento la fuerza de la tormenta con sus efluvios negros.
En la noche
salen en procesión las fotografías, y el tapial donde anochecen
las campanas,
el reloj desangrado de los mares:
—a pesar de
los cántaros derramados en el pañuelo, a pesar de las lámparas
ciegas, soy
ese segador en aguas profundas. Desde siempre ando
mi equipaje
listo para que no me falte el alfabeto del horizonte.
Barataria,
01.II.2013
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