Imagen tomada de la red
SALMUERA
(Recóndita la andadura del agua
en los milenios del alma. Sólo la luz o el vuelo en las sienes que coronan la
sinfonía de la sal, trenes en el destello del deletreo del nuevo orden del
fuego: en la evolución del paisaje, el anfiteatro de los paraguas y la utopía
como el hilo de nylon de la saliva sobre el arrayán nocturno del equilibro.
En las próximas astillas de la lluvia, saldrán volando los tocinos
de las lágrimas y el sombrero del rocío como un reloj hambriento en el parpadeo
de las calles. Todo tiempo es aquello que nos despierta y atormenta y nos
dispersa.)
Sucede que
las aguas viejas se renuevan en los ojos.
—La parábola
de los sueños de un tajo, la memoria que huye hacia
la nada, el
hilo que se corta en la batalla miserable del taburete y el candil,
las aristas
del aliento que acaban en el rastrojo:
todo se
pierde en la historia de las sombras, luego los brazos impotentes,
el jugo
irresoluto de los horarios,
el sepia
trasegado a los encajes, la historia licuada de las esquinas,
la sal inabarcable
de las estaciones.
En un día
cualquiera repasamos los sellos postales y los gestos típicos
del
nosotros: en la gota quebrada, somos también el mandato de la fosa,
esa especie
de sueño que nunca descansa, porque sangra en lo oscuro.
Barataria, febrero de 2013
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