Imagen cogida de la red
CONCAVIDAD DEL NICHO
(En medio de la sima, los
vectores del celofán y el vinagre, la
respiración del matapalo de los anteojos, los condones a ritmo de la mucosidad
de las paredes del calendario, y las muñecas de trapo enrarecidas en esta
creciente ceguera de los años. Aún quedan sombras en estas profundas
estribaciones del color negro repetido en los ecos de las diademas, la encarnación fugaz de las corcholatas y
esos demonios en el teatro de las parábolas. En el nicho, los ritos correlativos
de las candelas de sebo, los excesos de cara a las cavidades de la lógica
ensartada en el silbido del orgasmo. El tren del paisaje me deja sus mensajes a
vuelo de pájaro sobre las trenzas del humo de los rieles.)
Al fondo la
sábana de guijarros de los sueños y la somnolencia.
“Me alquilo para
soñar”, diría García Márquez, convicto de la demencia:
—soy juez y
parte de la espuma.
En las
ranuras del granito, las aguas carcomidas de la polimetría, la poca
transparencia
para validar los residuos de las palabras,
las semillas
del mapamundi del orgasmo.
En el
silabario de los nichos, el picapedrero como un profeta de nubes;
sobre la
telaraña de los apuntes, las cicatrices endiabladas del calendario,
y las
aldabas de la soledad en medio del chantaje.
Ya dentro de
esa sombra del destino, debo discurrir como protagonista
del
incendio. Mi cuerpo siente lo inmóvil de la sangre, el ciego perro
de la
sombra, la brisa hipnótica de la barbarie, la antítesis del ojo…
Barataria, febrero de 2013
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