Imagen cogida de la red
TAL VEZ
Tal vez los ecos se confundan con
el alarido de los amuletos, con todos
los caballos corroídos en los
ojos, —en la cercanía, la canción de los absurdos.
En la sombra deshojada del
vértigo, el pálpito de la noche y sus múltiples
pronombres: el relámpago sajado
de los colores, los miedos de animal
en la danza del otoño: el viento
me devuelve la complicidad de los ahorcados.
Tal vez en otra ciudad cambien
los metabolismos de la muerte: hoy, a media calle,
las moscas sobre el
pavimento.
¿Escapo? ¿Escapamos?
—¿A dónde ir, después de todo? Después
de todo, no hay otro idioma desnudo,
sino este degastado bagazo de
nuestro tiempo.
Tal vez, —sin saber por cuánto
tiempo— sigamos en cuclillas, desprovistos
de alas y ungüentos. (Ante todo, hierven los ojos con sus
fantasmas; ya hemos
enloquecido de esqueletos, de espuelas, de curanderos, de
periódicos; el dardo
de la ebullición nos calcina hasta los tuétanos. Nunca dejamos de
morir
en la zozobra. No sirve el sahumerio ni las bisuterías.)
Tal vez, antes, ya habíamos
quemado nuestro espíritu. Se nos hizo chingaste
el cántaro de la esperanza y el
guacal verde de las ventanas.
¿Escapo? ¿Escapamos?
—Sobre los diversos caminos, el
ajuate y sus dentelladas, la jaula asesina
del vertedero, el polen zurcido
de los días, la gramática satelital de los gusanos.
Tal vez, en la otredad, no
carguemos con la piedra pómez de la sombra,
ni con todas las funerales de las
estadísticas…
Barataria, 27.V.2015
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