Imagen cogida de la red
DENSIDAD
Hurga el viento con su navaja mis
bolsillos de polilla, los diferentes rostros
del alba agazapados en la
insinuación del calendario.
Mañana estará de nuevo la
paradoja y esas formas obtusas que muerden
el optimismo; en los párpados
arqueados del cielo, el imán del entresueño
con su abstracción de encías
rotas.
Hay niebla y hollín por todas
partes, pozos, rompecabezas, chucherías.
Odio esta manera altisonante de
los amarillos en la garganta: la avidez tetelque
de las sombras, el interior del
destiempo de las estatuas.
Es casi ciénaga el aullido del
perro en la cavidad de las aldabas.
Alrededor de la taza de café
negro arde el hollín del absoluto, el callejón
y sus bagajes desnudos. Los
fósforos negros de los caballos del otoño.
Al otro lado de los coágulos de
las estaciones, los pies cansados del equívoco.
(Supongo que en el interior de la conciencia persiste la nubosidad
como un metal
aburrido colgando de las verjas. Las cuestas o bajadas tienen su
propia
extravagancia; gimen los ataúdes de tanta tierra.
En la piedra gratuita que revienta en los ojos, la carne
perturbada.)
Uno no sabe cuál es el todo, o la
parte, a fin de cuentas. Uno no lo sabe cuando
ya están castrados los caminos.
La densidad se extravía en la
concavidad de mis manos.
En la última sal del disimulo, la
mirada y sus tabús de ojo vergonzante.
Al final me río cuando quiero
sepultar el vómito en las palabras.
Barataria, 28.IV.2015
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