Imagen cogida de la red
SOMBRAS PRESENTES
En los rincones del yo profundo,
las sombras llenas de avidez jugando
a oscurecer la garganta. Gimen
las gotas desteñidas del tejado, el pálido cadáver
del infinito, los cuchillos como
un interruptor de sueños en la piel.
(En las ojeras del aliento, el ardor de reloj destartalado de los
burdeles,
la desnudez atroz del absoluto con sus retinas de quemados olores.
Maúlla el nudo ciego de las crines y el torpe eco de los fósforos
en el sedimento.
En el torso de las latitudes, el paraguas roto de los sentidos, la
mano de aprendiz
sobre el cántaro. Por último, la nubosidad de los zapatos en mi
raída vestidura.)
De una sombra a otra, el frío
extendido en el espejo del recuerdo.
¿Es pájaro o albedrío, la hoja
creciente que nos convoca al subsuelo?
—¿Es sólo sombra la piel que nos
niega en el declive, viento el dardo
que muerde los pañuelos en el ojo
escindido,
quemado de los latidos?
Hinchadas las sombras en el papel
cansado del aliento, el deletreo es otro
vestigio de la muerte, el pez
coagulado a la orilla de la boca.
No huye la herida, permanece en
la quemadura presente del bostezo.
Entre una sombra y otra, el
tiempo falsea el firmamento: nos desvela la pared
y esa mueca del disfraz que nunca
desaparece.
En la mano extendida del despojo,
esa trampa de la ceniza que enajena
y suma desvaríos, extraña forma
de los pensamientos.
A menudo es sólo la medianoche
esta sombra colgada de puertas y paredes.
Barataria, 08.V.2015
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