Imagen cogida de la red
JUEGOS DEL TIEMPO
El calendario ensordece en la
atarraya de sal tendida en los ojos.
Nos sorprende el asfalto en el
suburbio de las moscas, el las líquidas tormentas
del horizonte insondable de las
mazmorras.
Digamos que nos sorprende la
memoria con sus peces irremediables.
En la agonía del hollín, las
paredes se llenan de bocas ciegas.
Digamos como dijo Borges: “Alguien descrucifica los anhelos clavados
en el piano.
El universo de la noche tiene la vastedad del olvido
y la presencia de la fiebre”.
Giran las distancias a la
velocidad de los pájaros. Los sueños quiebran
los cristales del viento, —al
fondo del umbral, la otra sombra pródiga en niebla.
Como en el tiempo repetido del
graznido, el haz de vértigos en el ojo del vacío.
En la montura del zigzag, los
pedernales del pétalo de la arcilla y su pasado;
con la boca abierta al encuentro
de la marquesina del silencio,
los ojos del estío de cada día.
Para armar el rompecabezas de los
lamentos, hay que buscar el disfraz
de los cuerpos invisibles, la validez
de los grifos, la otra versión de los tatuajes.
Uno, de pronto tiene que reír
antes de entrar a los tiempos rigurosos
del cadalso: sujetar los
arrebatos del sexo, revelar el vinagre del cactus.
Después de volar
intempestivamente entre cipreses, levitan los remiendos
de la saliva hasta el punto de
humedecer la eternidad.
En esta comarca amarilla de la
respiración, cualquier ojo puede ser
una deflagración de universos encarnados…
Barataria, 02.V.2015
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