Imagen cogida de la red
ÁMBITOS CERRADOS
Nuestras fotografías son como
esos árboles entre la bruma del tiempo.
Cuerpos cerrados, o ámbitos de no sé qué umbrales con cadáveres
siniestros:
sobre la yedra deshecha del
ahínco, los tardíos suspiros del cuerpo;
roto el aliento como un eco
prematuro.
Los perros del huracán muerden el
conjuro, la sima del estrépito, la amarilla
cabra del pálpito, el susurro
petrificado de la lascivia.
(La fugacidad siempre resulta ser destino inaplazable; nacidos
para sangrar
en el semen degollado de nuestros mástiles: todo acaba en un
santiamén.
Todo dominio ensordece en el tiempo; halan las horas los ríos del
designio.
La lumbre del ahogo, es otro candil en la jornada.)
Continuo errante en mi propia
sombra: todo el ámbito derruido de la noche,
salvo los imanes de la
intrascendencia y el pedregoso fruto de la niebla.
En la sintaxis de las ventanas,
la fonética destruida de los espejos,
el murciélago sangrante en los
párpados, los jardines en la maraña del moho.
—Déjame ser en esta corporeidad
de lento corazón amurallado.
La somnolencia es tosca y abstrae
de polvo los sentidos.
Después, sólo el recuerdo de
trenes enajenados; desnudos los pómulos
del ansia y su siembra;
agonizante el hastío y cercenados los relojes del colibrí.
Anochece, también, en el
sonambulismo de la materia, el aura abollada
de picotazos, rancio el fermento
de las barajas.
Si salgo de mis ojos, haré
cambiar el rumbo de la tormenta y el moho dejará
de ser la moneda resplandeciente
en mi almohada. (Llueven paracaídas.)
Barataria, 25.V.2015
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