Imagen cogida de la red
EBRIA VENDIMIA
¡Cuántas palabras en tu nombre
Democracia! Si a ratos sólo veo tu caricatura,
tu remedo, el barco que nunca
llega, los huesos que danzan en los funerales.
Frente al fuego enrarecido, las
grietas zurcidas de la brega; allá el escombro
y los ojos sajados, los antros
autómatas de la noche.
Hablas en silencio, tatuados los
sentidos: eres inminente como los desiertos
del mundo, tiránica y extraña
como Wall Street. Eres fácil para llorar de miedo
e imposible para la alegría,
violenta en los rescoldos del invierno,
fértil para el miedo, mansa y
dócil para el espejo de cenizas, para quien pulveriza
las alcantarillas y se
goza del sollozo sin rendir cuentas a nadie,
para el que se lucra de las
enfermedades venéreas,
para el que lleva frac y olor a
perfume, (1 million, Acqua di Gio, Le male,
L'eau D'Issey por homme,
The One, Armani code, Black XS)
para el prolijo en las finanzas y
los banquetes,
para el que augusto hace las
leyes y se beneficia sin cargo de conciencia,
para los que no conocen las tormentas
y se apasionan en la perversidad.
Ay, Democracia, dónde guardo mis
harapos, la mosca sobre la tortilla,
las espinas que no escapan de los
dientes, la sangre del odio y su salpicadura;
morimos mientras nos devoran las
uñas secretas de los alfileres: a cada paso,
los pobres siempre desnudos con
sus rincones, junto a los muñones
de una geografía desbocada.
Sobre la piedra oscura del
presente, busco sin protocolos mi paraguas.
Todo es extraño: la acuarela
póstuma de los ídolos en el destello violento
que vivimos. (Desde siempre es necesario quitarse los anteojos en las peluquerías; mientras
el hombre espera en la ausencia…)
Barataria, 12.V.2015
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