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SIN RETORNO
Todos los días en los ruidos de
la escarcha y sin embargo, nada regresa
a la campana del árbol que se
abre al ojo alargado de las puertas.
—Podemos invocar. Puedes invocar.
Allí, sólo es la alacena de
antaño y una isla de corales entumecidos.
(Lo último en partir siempre es la herida que nos deja el
horizonte,
el tiempo que alguna vez abrió el camino.)
Crecen de otra forma los minutos
del césped, —siempre es cometa el mar
alado del aliento,
la arenilla del ajo en el
pañuelo,
las cortinas de los faroles que
silban en el destino.
Cuando retorne, serán otros los
excesos proféticos respirados, ¿estará
el arcoíris con su río de
pupilas?
—Toda la luz es inapelable en
alta mar, —lo dice el timón de la tarde.
Barataria, 01.X.2013
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