Imagen cogida de la red
DIGRESIÓN
Cuando camino pienso en el esqueleto de todos los armarios:
en el fuego de los costados, o en la breve anatomía de las libélulas.
Cuando toco la arcilla de las nubes, la tierra parece inhóspita
como la cuchara dudosa del azúcar.
Con mi paraguas confundido de agua, el paisaje se vuelve una pinza
de un mundo sin puertas.
(Odio
deliberadamente mis ojos de ciego, los gestos de los muñecos,
y el
diccionario oscuro de las calles, el pan roto de las estrellas.)
Duelen tantas preguntas que uno termina por mentir: duelen en los ojos
los azacuanes y la voracidad del zumo que se desmaya en los párpados.
Después de todo, los sargazos son parte de la desnudez del trópico.
Barataria, 13.X.2013
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