Imagen cogida de la red
IDENTIDADES
El ojo se despeña en el ojal de
los perdigones, entre la piel y la máscara
que degüellan las aceras y su
tempestad purulenta.
(Nadie conoce a nadie en medio de las tijeras de las sastrerías;
nadie vive
sin soportar los dedales de las marquesinas y esa furia de
azadones
incendiados en el costado.)
¿Quién es quién para juzgar las
aguas residuales atadas a las manos?
¿Quién es quién para juzgar el
estremecimiento de los relámpagos?
—En el traspatio de la claridad,
los guijarros y sus tantos
destellos, hasta el cuello de las palabras: es carne
todo este teatro
y el vilano polvoriento
susurrando en las manos.
En el encaje del ave Fénix, el
rescoldo en desbandada de la desnudez…
Barataria,
07.X.2013
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